À procura de textos e pretextos, e dos seus contextos.

26/12/2009

Investimento público: Portugal sofre maior recuo da União

Nos últimos 10 anos, país foi o que menos apostou no investimento público

Entre 1998 e 2008 Portugal foi o país da União Europeia onde o investimento público teve o maior recuo, com uma diminuição média de 4,6% ao ano em termos reais.

Segundo o jornal «Expresso», em 10 anos, apenas mais três países da União ¿ Áustria, Eslováquia e Alemanha ¿ observaram uma diminuição no investimento público.

O Eurostat indica que o investimento público total em Portugal correspondia, em 2004, a 3,1% do PIB. Já em 2008 este valor fica-se pelos 2,1% do PIB.

Entre 2005 e 2009, o investimento público teve uma redução em percentagem do PIB de cerca de 32%. Este movimento foi o oposto do observado em outros países da União Europeia, onde o investimento público aumentou em média 12,5 por cento, de 2,4 por cento para 2,7 por cento do PIB em quatro anos.

http://www.tvi24.iol.pt/economia/investimento-investimento-publico-portugal-ue-europa/1112472-4058.html

El imperio, más imperialista que nunca *

Atilio A. Boron

El objeto de esta breve nota es analizar la situación del imperialismo contemporáneo. Se trata de un fenómeno que tenemos que examinar y seguir muy de cerca, muy cuidadosamente, para contrarrestar los discursos confusionistas con los cuales se bombardea
permanentemente a nuestros pueblos para fomentar el conformismo y la resignación. Uno de esos discursos es el de la globalización, concebida como la interdependencia económica de todas las naciones, sin relaciones asimétricas entre ellas; otro argumento, igualmente pernicioso, se encuentra en las tesis de algunos autores como Michael Hardt y Antonio Negri que, a nuestro entender, pertenecían hace muchos años a la izquierda europea (sobre todo Negri) pero que luego fueron víctimas de una impresionante confusión teórica al punto tal que su libro, Imperio, llega a sostener como tesis central que la edad del imperialismo ha concluido: hay imperio, pero ya no hay más imperialismo.[1] Imperio sin imperialismo parece ser un inocente juego de palabras. Sin embargo es mucho más que eso porque el efecto político de ese argumento es la desmoralización, la desmovilización y el desarme ideológico de los pueblos ante una teorización que proyecta la imagen de un imperio convertido en una mera entelequia, en una vaporosa abstracción que, por eso mismo, aparece como inexpugnable e imbatible. El único camino que quedaría abierto ante la omnipotencia del imperio es el de la lúcida adaptación, con la esperanza de que las multitudes nómadas puedan encontrar en sus entresijos la falla geológica que, algún día, provoque el estallido del sistema.

Curiosamente estos autores salen con esta tesis en momentos en que el imperialismo está más vivo que nunca, y es más agresivo y violento que nunca. No por casualidad la publicación de su libro gozó de una extraordinaria repercusión en la prensa burguesa de todo el mundo. Y en cuanto a la renovada agresividad del imperio “realmente existente” sólo basta con detenerse un momento a pensar lo que significa la reactivación de la Cuarta Flota, las siete bases militares en Colombia, el desembozado apoyo al golpe militar en Honduras y su fraudulenta “legalización” a partir de la convalidación de las ilegítimas elecciones presidenciales del 29 de Noviembre, las amenazas de Hillary Clinton contra Venezuela y Bolivia por su acercamiento a Irán, amén de la carnicería practicada (ante el estruendoso silencio de Washington) por Israel en la franja de Gaza, el martirio interminable de Irak y la redoblada presencia militar norteamericana en Afganistán.

Cabría preguntarse por las razones que impulsan a muchos autores a olvidarse de la existencia del imperialismo. Sin ánimo de profundizar ahora en un tema harto complicado podría decirse que dicha actitud refleja la crisis ideológica en que se debate la izquierda. Una izquierda que, sobre todo en el Norte, ha claudicado y renunciado a la lucha por la construcción de una buena sociedad. Por supuesto, muchos también hicieron lo mismo en América Latina, pero la resonancia de los “conversos” y “renegados” del Norte es mucho mayor de la que disfrutan sus homólogos de esta parte del mundo. Hay gente que viene de un pasado de izquierda y que ahora dice que ya no hay más izquierda y derecha; según ellos ahora sólo habría “realistas” y
“dogmáticos.” Obviamente, para quienes sostienen tesis como éstas el imperialismo es un molesto recuerdo del pasado que en la actualidad carece por completo de importancia.

Sin embargo, no serán las confusiones teóricas o la imaginación discursiva las que acabarán con el imperialismo. Se trata de un rasgo esencial del -e inherente al- capitalismo contemporáneo y si algo ocurrió con la globalización neoliberal es que la presencia del imperialismo se tornó más opresiva y omnipresente que antes.
En los años noventas aquél había desaparecido de la escena, no sólo como teoría explicativa de la economía mundial sino también como componente del discurso político. El término simplemente había sido enviado al ostracismo por los académicos, los comunicadores sociales, los políticos y los gobernantes. Recién se comenzó a hablar nuevamente de imperialismo a comienzo del siglo actual, sobre todo luego de la fulgurante aparición del ya mencionado libro de Hardt y Negri.

La molesta y desagradable supervivencia del imperialismo, inmune a las modas intelectuales y linguísticas, hizo que en los ochentas y los noventas aquél se ocultara tras un nuevo nombre: “globalización.” Ahora bien: ¿qué es la globalización si no la fase superior del imperialismo? La globalización no es el fin del imperialismo sino un nuevo salto cualitativo del mismo, al cual nos referiremos a continuación. Representa un cambio del imperialismo clásico hacia otro de nuevo tipo, basado en las actuales condiciones bajo las cuales se desenvuelve el modo de producción capitalista. La palabra “imperialismo” había desaparecido, pero los hechos son porfiados y tenaces, y a la larga este vocablo renació desde sus cenizas. La razón es muy simple: casi todo el mundo está sometido a los rigores de una estructura imperialista, y los Estados Unidos desempeñan un papel esencial en el sostenimiento de esa estructura, sobre todo en América Latina. Nos guste o no nos guste, lo nombremos o no, el animal existe. Y por eso, como la cosa estaba y no se había ido la palabra no tuvo más remedio que reaparecer.


Uno podría decir: “bien, pero, ¿por qué desapareció?” Desapareció, primero, como producto de cambios muy importantes que tuvieron lugar en la escena internacional. Desapareció porque en los años ochentas y noventas el avance del neoliberalismo fue arrollador. Esto queda muy claro en 1989, cuando se derrumba el Muro de Berlín, y un par de años después desaparece la Unión Soviética. Es decir, lo que había sido el gran eje de confrontación económica, política, ideológica, militar, a lo largo de gran parte del siglo XX, se esfumó sin dejar rastros. A partir de ahí, se llegó a la conclusión de que una vez borrada del mapa la Unión Soviética, el imperialismo (que era, según la equivocada opinión de algunos autores, un fenómeno eminentemente militar) no tiene más razón de ser. Los hechos mostraron que sí tenía razón de ser, y que tal como correctamente lo había señalado V. I. Lenin
las raíces del fenómeno imperialista son económicas, aunque se manifiesten el terreno político, en el militar y también en el terreno de las ideas, donde el éxito de la prédica neoliberal promovida por el imperialismo y sus aliados ha sido extraordinario. Téngase presente, como una nota adicional, que en el plano de las ideas el papel de los medios de comunicación es esencial, y estos se encuentran concentrados en manos de los grandes monopolios en una proporción aún mayor que la que encontramos, por ejemplo, en la banca internacional.

Decíamos más arriba que una serie de cambios en el proceso de acumulación capitalista pusieron en cuestión algunos preceptos de la teorización clásica del imperialismo. En primer lugar, porque según aquéllas el imperialismo reflejaba la crisis de las economías metropolitanas, que por eso mismo debían salir agresivamente a buscar mercados externos. Pero el período posterior a la Segunda Guerra Mundial mostró una tremenda expansión imperialista en el contexto de un auge económico sin precedentes en la historia del modo de producción capitalista: el célebre “cuarto de siglo de oro” del período 1948-1973, todo lo cual sumía en la perplejidad a los adeptos a la teoría convencional.
Segundo, las teorías clásicas pronosticaban que como resultado de la competencia inter-burguesa las guerras entre las potencias capitalistas serían inevitables. Nada de eso volvió a ocurrir luego de 1945. Hubo guerras, por supuesto, pero estas han sido del capital contra los pueblos de la periferia del sistema. Tercero, las teorías clásicas decían que para la reproducción del imperialismo se requería la presencia de vastas regiones “agrarias”, o “pre-capitalistas”, que proporcionaban el espacio para la expansión económica que ya no se podía encontrar en las metrópolis. Fue Rosa Luxemburg quien insistió sobre este asunto. Sin embargo, una vez que esos espacios de la periferia fueron incorporado a las relaciones capitalistas el imperialismo siguió avanzando más allá de los límites impuestos por la geografía mediante la mercantilización de sectores de la vida económica y social antaño preservados al margen de la dinámica predatoria de los mercados, como los servicios públicos, las jubilaciones, la salud, la educación y otros por el estilo.

La respuesta de algunos autores ante los desafíos que planteaban estos cambios fue el abandono de la noción de imperialismo. De ahí el auge de las teorías de la globalización, de la teoría de la inter-dependencia y, posteriormente, del imperio, entendido como lo hacen Hardt y Negri como “un régimen de soberanía global.” Y en ese régimen, en el cual no hay centro ni periferia, no hay posibilidad alguna de relaciones imperialistas. El imperialismo fue, para estos autores, una expresión de la dominación nacional, pero ahora los estados-nación están en vías de desaparición. Su soberanía se ha desplazado hacia grandes organizaciones supra-nacionales, como el Banco Mundial; la OECD; el FMI, las grandes empresas transnacionales, etcétera. En su ofuscamiento Hardt y Negri no alcanzan a visualizar que todas estas supuestas organizaciones globales reflejan la asimetría “inter-nacional” de los mercados mundiales, en donde un puñado de naciones (bajo la supremacía de Estados Unidos) dominan aquellas organizaciones mientras que el resto está sometido a su abrumadora influencia. Tampoco ven que las así llamadas empresas transnacionales lo son sólo por el alcance de sus operaciones, pero que su base nacional existe en todos los casos y casi invariablemente se encuentra situada en los países desarrollados. En otras palabras, seguimos estando en un mundo de estados nacionales.

El imperio tiene un centro, irreemplazable, que es Estados Unidos. Sin su estratégico papel, el imperialismo se derrumbaría como un castillo de naipes. Hagamos un simple ejercicio mental y eliminemos a los Estados Unidos del tablero mundial: ¿de qué manera se sostiene una situación como la de Medio Oriente, o el predominio militar de Israel?, ¿quién garantiza, en última instancia, el sometimiento y la expropiación del pueblo palestino?, ¿quién es el gran promotor de todas las políticas neoliberales en el Tercer Mundo, a través de la diplomacia y del manejo sin contrapesos de instituciones como el FMI, el BM o la OMC? ¿Quién domina a su antojo el Consejo de Seguridad de la ONU, provocando la crisis de la organización? Sin el rol decisivo de Estados Unidos no hay respuesta posible. El mundo de hoy, el sistema imperialista signado por el predominio del gran capital financiero es impensable al margen de un estado-nación muy poderoso, que dispone de la mitad del gasto militar del planeta y que impone esas políticas a veces “por las buenas”, haciendo uso de su fabuloso arsenal mediático; pero, si por las buenas no convence, lo impone por la fuerza de las armas. Tanto el soft power como el hard power están en manos de los Estados Unidos. ¿Quién podría reemplazarlo: Alemania, Francia, Japón, China, Rusia?

Ahora bien, cabría preguntarse: ¿cómo es que las políticas del imperio se imponen en nuestros países, considerando que ya no existen las antiguas dictaduras de seguridad nacional y que aún la derecha se maneja dentro de los cauces institucionales, con presidentes propios en países como Colombia, México, Perú, Panamá y ahora Honduras?

La pregunta es muy pertinente, porque la operación del imperialismo pasa necesariamente por las estructuras nacionales de mediación. Nada más erróneo que suponer al imperialismo como un “factor externo”, que opera con independencia de las estructuras de poder de los países de la periferia. Lo que hay es una articulación entre las clases dominantes a nivel global, lo que hoy podríamos denominar como una “burguesía imperial” -es decir, una oligarquía financiera, petrolera e industrial que se articula y coordina trascendiendo las fronteras nacionales- que dicta sus condiciones a las clases dominantes locales en la periferia del sistema, socias menores de su festín, que viabilizan el accionar del imperialismo a cambio de obtener ventajas y provechos para sus negocios. Pero más allá de la coincidencia de intereses entre los capitalistas locales y la “burguesía imperial” lo decisivo es que los primeros controlan al estado y es a través de ese control que garantizan las condiciones políticas que posibilitan el funcionamiento de los mecanismos de exacción y saqueo que caracteriza al imperialismo. Entre otros, el más importante, es garantizar el eficaz funcionamiento de los aparatos legales y represivos del estado para con los primeros someter a la fuerza de trabajo a las condiciones que requiere la super-explotación capitalista (precarización laboral, extensión de la jornada de trabajo, abolición de derechos sindicales, etc.) y con los segundos reprimir a los descontentos y los revoltosos y de este modo sostener el “orden social”.

Como es evidente a partir de estos razonamientos, la realidad del imperialismo contemporáneo nada tiene que ver con la imagen divulgada por los teóricos de la globalización o la vaporosa concepción que del sistema imperialista desarrollan los autores de Imperio a lo largo de más de cuatrocientas páginas. El imperio tiene un centro, Estados Unidos, lugar donde se concentran los tres principales recursos de poder del mundo contemporáneo: Washington tiene las armas y el arsenal atómico más importante del planeta; New York el dinero; y Los Angeles las imágenes y toda la fenomenal galaxia audiovisual, y los tres se mueven de consuno, obedeciendo a las líneas estratégicas generales dispuestas por su estado mayor. ¿O es que Washington no está siempre, invariablemente, detrás del mundo de los negocios, respaldando a cualquier precio a “sus” empresas, en cuyos directorios se produce una permanente circulación entre los funcionarios gubernamentales que reemplazan a gerentes mientras que éstos pasan a ocupar un elevado puesto en el gobierno de turno? ¿O alguien puede creer que Hollywood produce sus películas, series de televisión y toda clase de productos audiovisuales ignorando (para ni hablar de contradiciendo) las prioridades nacionales dictadas por la Casa Blanca y el Congreso?

Quisiéramos concluir estas breves notas planteando unas pocas proposiciones que sintetizan nuestra visión del imperialismo a comienzos del siglo veintiuno:

a) Pese a todos los discursos que pretenden negar su existencia, el imperialismo continúa siendo la fase superior del capitalismo. Una fase que por su insaciable necesidad de acrecentar el pillaje y saqueo de las riquezas de todo el mundo adquiere rasgos cada vez más predatorios, agresivos y violentos, colocando objetivamente a la humanidad a la puertas de su propia destrucción como especie. Criminalización de la protesta social; militarización de las relaciones internacionales y del espacio exterior; guerras, extorsiones y sabotajes por doquier; intensificación de la depredación medio-ambiental y el sometimiento de pueblos enteros de la periferia y en la propia “periferia interior” de las metrópolis son datos que caracterizan tenebrosamente la fase actual del imperialismo.

b) Es posible por eso mismo afirmar que los cinco rasgos fundamentales identificados por Lenin en su clásico trabajo conservan su validez, si bien no necesariamente se manifiestan del mismo modo en que lo hacían un siglo atrás. Es decir: (a) la concentración de la producción y el capital, y los oligopolios que ellas precipitan, continuó a ritmo acelerado, llegando a escalas insospechadas para aquel autor; (b) perdura también la fusión del capital bancario con el industrial, generando un capital financiero cuyo volumen crece día a día hasta adquirir las proporciones descomunales que exhibe en nuestros días; (c) se confirma también el predominio de la exportación de capitales sobre la exportación de mercancías, siendo la circulación de capitales de un orden de magnitud incomparablemente mayor que el comercio de mercancías; (d) la puja por el reparto de los mercados a escala planetaria entre los grandes oligopolios, respaldados por sus estados, prosigue su devastadora marcha; (e) por último, continúa también el reparto territorial del mundo entre las grandes potencias. Estados Unidos quiso apoderarse de América Latina y el Caribe mediante el ALCA. Como su empeño no tuvo éxito ahora trata de hacerlo por la vía militar, apoyándose en las bases militares en territorio colombiano, la Cuarta Flota y la política guerrerista impulsada por la Administración Bush.

c) Al ser la fase superior del capitalismo las instituciones, reglas del juego e ideologías que el capitalismo global impuso en las últimas décadas permanecen en la escena y, lejos de desaparecer, acentúan su gravitación. El Banco Mundial, el FMI, la OMC, la OECD, el BID, la OEA, la OTAN y otras instituciones por el estilo siguen firmes en sus puestos, redefiniendo sus funciones y sus tácticas de intervención en la vida económica, social y política de los pueblos, pero siempre invariablemente al servicio del capital. Esto fue ratificado por el G-20 en su reunión de Londres, cuando le encargó, sobre todo al FMI, el papel de “guía” intelectual e ideológico para sacar al mundo de la profunda crisis en que se encuentra. El liberalismo global, en su versión actual “neoliberal” codificada en el Consenso de Washington sigue siendo la ideología del sistema. La “democracia liberal” y el “libre mercado” continúan siendo los fundamentos ideológicos últimos al actual orden mundial. Nada de esto ha cambiado.

d) Contrariamente a lo que ocurría en su fase clásica, el imperialismo actual es unipolar o unicéntrico. Europa es un socio menor del sistema imperialista, sin capacidad política, económica o militar para impedir siquiera los abusos y los atropellos que Estados Unidos hizo, y continúa haciendo, en su propio territorio. Basta recordar lo ocurrido en los Balcanes con la ex –Yugoslavia o la aberrante “independencia” de Kosovo días pasados para comprobar que Europa es apenas un nombre que designa a una zona geográfica de gran importancia económica pero sin unidad política alguna. Es más, las políticas del imperialismo han sido muy efectiva en acelerar el desmembramiento de Europa en más de medio centenar de “naciones” independientes y autónomas, la mayoría de ellas impotentes e insignificantes, y algunas de las cuales, como Polonia y República Checa, fueron convertidas en simples correas de transmisión de los intereses norteamericanos en la región. Y Japón, apretado entre Rusia y China, y amenazado económicamente por ambos y además por Corea del Sur y Taiwán, ha optado por refugiarse en el paraguas militar y político norteamericano y de ninguna manera puede cumplir el papel de un socio principal en el sistema imperialista. Las reciente reformas de diversos artículos de la constitución japonesa (en 2005) que prohibían las operaciones militares de sus fuerzas armadas fuera de su propio territorio, exigida por los Estados Unidos a cambio de su protección, demuestra fehacientemente los escasísimos márgenes de autonomía con que cuenta ese país dispuesto, aparentemente, a cumplir un papel bélico regional para mantener el “orden mundial” en el Sudeste asiático.

e) Tal como se señalaba más arriba, la concentración monopólica, uno de los rasgos centrales del imperialismo clásico, no sólo se ha mantenido sino que se ha profundizado en la fase actual. Según lo plantea Samir Amin, son cinco los monopolios (en verdad, oligopolios) que caracterizan al funcionamiento del capitalismo contemporáneo: el tecnológico; el control de los mercados financieros mundiales; el acceso oligopólico a los recursos naturales del planeta; el de los medios de comunicación y, por último, el de las armas de destrucción masiva. ¿Es concebible plantear el fin de las relaciones imperialistas ante la renovada vigencia y protagonismo de los oligopolios en estas cinco áreas estratégicas de la economía mundial?

f) En la etapa actual el eje fundamental del proceso de acumulación a escala mundial se encuentra en la financiarización de la economía. Por algo se trata del sector en donde la desregulación y la liberalización han avanzado con más fuerza y penetrado más profundamente en la economía mundial. La gran crisis que estallara en 2008 es el resultado directo de la escandalosa desregulación del sistema financiero, propuesto e impulsado sobre todo por los Estados Unidos. Hay que recordar también que en los capitalismos desarrollados el liberalismo financiero se combina con el proteccionismo y la estricta regulación de los demás mercados mediante subsidios, aranceles, trabas al comercio, políticas de promoción de diverso tipo y, por supuesto, un muy estricto control de la movilidad de la fuerza de trabajo mundial, para lo cual la supervivencia de los estados nacionales de la periferia es un elemento de decisiva importancia.

g) La financiarización acentúa los rasgos más predatorios del capitalismo, al imponer un “norma” de rentabilidad que obliga a todos los demás sectores a incurrir en la super-explotación de la fuerza de trabajo y los recursos naturales. Un solo dato basta para confirmarlo: en el sistema financiero internacional aproximadamente el 95 % de todas las operaciones se realizan en un plazo igual o inferior a siete días, en donde además hay posibilidades de obtener tasas de ganancia muy significativas en un muy corto plazo. Esto hace que los sectores no-financieros del capital tengan que extremar sus estrategias para succionar excedentes en la mayor cantidad y en el menor tiempo posibles para compensar lo que de otro modo podrían obtener en el sistema financiero. Este, por ser mucho más volátil, implica mayores riesgos, pero ejerce una influencia muy grande sobre las estrategias de inversión en todos los demás sectores de la economía.

h) La expansión del imperialismo se acrecienta día a día, con total independencia del ciclo económico. Lo hace por igual en épocas de expansión como en fases recesivas. La creciente mercantilización de los más diversos aspectos de la vida social le permite expandir su dominio de una manera impensada hasta hace pocas décadas atrás.

i) La supremacía militar de los Estados Unidos es incontestable pero no por ello deja de tener límites. Las experiencias recientes demuestran que puede arrasar países enteros, como lo ha hecho en Afganistán e Irak, pero no puede llegar a normalizar su funcionamiento para normalizar el saqueo de sus riquezas y garantizar la previsible succión de sus recursos. Ganar una guerra es algo más que destruir la base territorial del adversario. Significa recuperar ese territorio para provecho propio, cosa que no puede hacerse tan sólo con base en la superioridad aérea o misilística en el terreno militar. Noam Chomsky ha planteado que hasta ahora los Estados Unidos han demostrado una fenomenal incapacidad para eso, algo que, por ejemplo, un déspota infame como Hitler supo hacer en las condiciones mucho más complicadas de la Europa ocupada de comienzos de la década de los cuarentas. De ahí que la idea de un imperio invencible sea falsa en grado extremo: es cierto que puede arrasar con un territorio, pero no puede vencer militarmente sino hasta un cierto punto muy elemental. Fue derrotado en Vietnam, en Cuba (Playa Girón), y está siendo derrotado por las milicias de Afganistán e Irak. De todas maneras no se puede subestimar la importancia militar de los Estados Unidos: según el experto norteamericano Chalmers Johnson es el único país que mantiene casi ochocientas bases y/o misiones militares en unos 130 países del globo, un verdadero ejército imperial sin parangón en la historia y una amenaza sin precedentes a la paz y la seguridad mundiales.

j) En el terreno económico la situación del imperialismo es aún más complicada. No pudo imponer el Acuerdo Multilateral de Inversiones, lo que habría significado institucionalizar la dictadura del capital a escala mundial. En América Latina y el Caribe su proyecto insignia, el ALCA, fue derrotado bochornosamente en el 2005. Las rondas de la OMC van de fracaso en fracaso, y la aparición de China como un gran actor de la economía mundial, unida a los avances de la India, plantean serios desafíos a la permanencia del sistema imperialista tal cual lo conocemos. Los teóricos neoconservadores del “Nuevo Siglo Americano”, que soñaban para los Estados Unidos con una hegemonía mundial de largísimo plazo, manifiestan ya su desilusión ante lo que perciben como claros signos de una decadencia. Lo ocurrido con el dólar, cuya depreciación está llegando a niveles impensados hasta hace apenas pocos años, es apenas uno de los componentes de esa decadencia.

k) En el sistema político internacional el imperialismo se encuentra aún más debilitado. Sus gobiernos amigos están cada vez más desprestigiados, cuando no irreparablemente deslegitimados: caso de las dinastías teocrático-feudales del Golfo Pérsico, Uribe en Colombia, Calderón en México; o debe acudir a personajes como Berlusconi en Italia, García en Perú, Aznar en España, Musharraf y sus secuaces en Paquistán o Karzai en Afganistán para sostener sus “esferas de influencia.” El surgimiento de vigorosos movimientos de la alterglobalización, si bien todavía no articulados a escala mundial, es otro ejemplo de una oposición que cada vez toma más cuerpo y que erige nuevos límites a la dominación imperialista. Todo lo cual conduce hacia un espiral en donde el imperio acude cada vez más a la represión, que a su vez potencia la resistencia de los pueblos, lo que a su turno requiere incrementar la dosis represiva en una espiral que no tiene otro destino que el derrumbe final del sistema.

Terminamos esta nota reafirmando que el sostenimiento del gigantesco, planetario, “desorden mundial” que provoca el capitalismo en su actual fase imperialista exige la muerte prematura por enfermedades perfectamente curables y prevenibles, o simplemente a causa del hambre, de 100.000 personas por día, en su mayoría niños. Sostener este sistema, en donde unos pocos miles de multimillonarios disponen de un ingreso equivalente al del 50 % de la población mundial; en donde mientras la quinta parte de la población mundial derrocha energía de origen fósil y no renovable el 20 % restante prácticamente no tiene posibilidad alguna de consumir algún tipo de energía, y sobrevive al borde de la extinción; en donde los avances científicos y tecnológicos se concentran cada día más en un puñado de naciones; todo esta auténtica barbarie, con sus ganadores y perdedores claramente identificados, todo esto sólo es posible porque el imperialismo sigue teniendo su capacidad de aplastar a sus adversarios y co-optar, engañar, chantajear a los dóciles o acomodaticios. No se trata de un benévolo imperio virtual, como alucinan Hardt y Negri, sino de un sistema de una infinita crueldad en donde el sacrificio de miles de millones de personas se realiza, día a día, en la más absoluta impunidad y a plena conciencia de sus perpetradores.

* Texto a ser publicado en las próximas semanas por la Revista CEPA, de Bogotá, fundada por el eminente sociólogo colombiano, recientemente fallecido, Orlando Fals Borda.

[1] He demostrado lo absurdo y reaccionario de toda la argumentación de esos autores en mi Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri (Buenos Aires: CLACSO, 2002). Hay una edición cubana de Casa de las Américas. El libro de Hardt y Negri, Imperio, fue publicado, en su versión en lengua castellana por la editorial Paidós de Buenos Aires, en 2002. La versión original es del año 2000, y fue publicada por la Harvard University Press en los Estados Unidos.

http://www.atilioboron.com/

L'Europe et les étrangers non communautaires

Mouloud Boumghar

L'Europe-forteresse n'est pas un mythe. Pour les étrangers non communautaires et malgré l'objectif assigné par le Conseil européen en 1999, à Tempere, l'égalité de traitement avec les citoyens de l'Union est loin d'être atteinte. L'accès de ces étrangers sur le territoire de l'Union demeure très restrictif.

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La situation de l’immobilier américain s’aggrave – oui, c’est possible !

Paul Jorion

Ceux qui avaient prévu la crise étaient peu nombreux. Ceux qui annonçaient qu’elle aurait son origine dans l’immobilier résidentiel américain étaient encore moins nombreux. Le sort a voulu que je fasse partie de ce club très sélect et je n’ai pas arrêté de répéter depuis, non seulement que ce lieu d’origine n’était pas accidentel mais aussi que l’économie américaine ne pourrait pas redémarrer tant que son immobilier résidentiel ne recouvrerait pas la santé.

Dans « L’implosion. La finance contre l’économie : ce que révèle et annonce la « crise des subprimes » » (Fayard 2008), je parle des crédits hypothécaires « Pay Option ARM ». J’explique que ces prêts immobiliers qui s’adressent à des emprunteurs relativement fortunés embarqués dans un processus de « cavalerie », finiraient par exploser à leur tour, déclenchant une nouvelle crise au coût à peu près égal à celle des subprimes. Ces prêts doivent leur nature explosive au fait que les mensualités ne couvrent dans environ 80 % des cas qu’une somme inférieure aux intérêts dus, et que la différence entre ce qui est dû et ce qui est effectivement versé par l’emprunteur est alors ajoutée au montant restant à rembourser, faisant croître celui-ci inexorablement. Quand la somme due atteint 115 % du prêt initialement contracté, l’emprunteur est immolé : son crédit est instantanément converti en un prêt avec amortissement mensuel, ce qui représente de son point de vue un doublement, voire un triplement, de ses mensualités. J’écrivais dans « L’implosion » : « Avec la poursuite de la chute de l’immobilier, le seuil fatidique des 115 % sera franchi en 2008 ou en 2009 » (page 34).

Manque de pot, on est en 2009. Voici un diagramme qui met cela en images (© wwww.agorafinancial.com à partir de données fournies par le Crédit Suisse).

Le premier diagramme montre les volumes très comparables de la crise en cours des « Pay Option ARM » et de celle des « subprimes ».

Option ARM wave

Dans le second diagramme, la ligne bleu foncé montre l’échéancier initialement prévu, la ligne jaune, ce qui s’est réellement passé en raison de l’augmentation inexorables de la somme à rembourser dans la plupart des cas.

Option ARMS

Le résultat ? 27,9 % des prêts « Pay Option ARM » sont désormais « en difficulté », soit que les mensualités n’ont pas été réglées depuis plus de trois mois, soit que le processus de saisie a déjà été engagé. 27,9 % c’est énorme : entre un quart et un tiers des emprunteurs. Evidemment, il s’agit de ménages très particuliers : ceux qui étaient disposés à jouer à la roulette russe au plus fort du boom immobilier des années 2002-2006. Cela ne couvre pas tout le monde : juste un secteur de l’immobilier américain d’un volume du même ordre que le secteur subprime de triste mémoire.

Au sommet de la pyramide de l’immobilier résidentiel américain, il reste encore, le secteur « prime », celui des gens sans problèmes. C’est du moins la manière dont on les caractérisait jusqu’ici. Le niveau de défaut y atteint désormais 3,6 %, un chiffre qui a doublé en un an. Quant au programme d’aide aux emprunteurs en difficulté, seul un candidat sur six a pu y avoir accès jusqu’ici. Mais qu’importe : de toute manière six mois après avoir obtenu des conditions plus favorables sur leur crédit, plus de la moitié des emprunteurs font à nouveau défaut.

http://www.pauljorion.com/blog/

Les restructurations précarisent le travail et la santé

Danièle Linhart, sociologue, explique comment les restructurations sont aujourd’hui utilisées comme un outil de management, fragilisant les salariés.

La compréhension des crises financières et de leur répétition

Paul Jorion fait ici le lien entre les défaillances de la doctrine économique dominante, ses fondements sociaux et institutionnels et son incapacité à comprendre les processus en cours. Sous son influence, la politique monétaire américaine a oublié les enseignements de la crise de 1929 et a laissé libre cours à la spéculation financière. La crise financière est aussi la crise d’une science économique qui oublie les enseignements du passé à travers un processus de sélection entre les différentes explications possibles, où la fausse a éliminé la vraie.

Un texte issu du numéro 4 de la revue Savoir/agir, (possibilité de commander ce numéro en ligne)

Science et intérêts

Toute science associée à un savoir appliqué a son destin lié aux enjeux financiers que ce dernier suscite. Les profits générés par ce savoir appliqué peuvent être mobilisés pour orienter les développements futurs de cette science en promouvant les vues qui lui sont favorables et en dénigrant ou en négligeant délibérément celles qui lui feraient obstacle. L’économie et la finance n’échappent pas à ce principe général.
L’économie et la finance sont des activités serties dans le fonctionnement des sociétés humaines et sont déterminées par les rapports de forces qui caractérisent celles-ci. La description scientifique de l’économie et de la finance met en évidence le mécanisme de ces rapports de forces, et souligne l’arbitraire qui préside au fait qu’ils bénéficient à certains individus plutôt qu’à d’autres. Il n’est pas surprenant dès lors que ces bénéficiaires entreprennent une promotion systématique des théories de ces deux champs qui les représentent comme déterminés par d’autres principes que les simples rapports de forces entre parties impliquées, voire qui représentent ces deux champs comme n’étant pas même sertis dans le fonctionnement des sociétés humaines, et font croire, par exemple, que leur mécanisme est autonome et est soumis, non pas à des règles juridiques et éthiques, mais à des forces du même type que celles qui président aux mouvements d’astres lointains.
L’économie politique qui proposa la description scientifique de l’économie et de la finance jusqu’à la fin du XIXe siècle et qui était produite au sein des milieux scientifiques classiques, situait les rapports de forces au cœur des activités économiques et financières et décrivait le processus de la formation du prix comme un phénomène de frontière entre une population de vendeurs et une population d’acheteurs, le prix se constituant sur le fil de leur confrontation : il se maintient avec de faibles variations lorsque ces deux populations sont sensiblement égales, il baisse lorsque les vendeurs sont en surnombre, il monte lorsque ce sont au contraire les acheteurs qui sont les plus nombreux ; un bas prix attire de nouveaux acheteurs, alors qu’un haut prix attire de nouveaux vendeurs, ce qui conduit à des oscillations qui peuvent le cas échéant déboucher sur une quasi-extinction des acheteurs (krach) ou une quasi-extinction des vendeurs (bulle financière sur le point d’éclater). De telles oscillations se rencontrent déjà dans la nature, lorsque deux populations sont en concurrence.
La « science » économique, produite par les milieux d’affaires en leur sein même ou dans leurs antennes au sein du milieu universitaire, présenta au contraire la formation du prix comme un processus abstrait, né au point de rencontre de quantités représentant d’une part l’offre et d’autre part la demande. Dans la perspective adoptée par l’économie politique, l’identité des acheteurs et des vendeurs est essentielle à la compréhension de la formation du prix. Dans celle adoptée par la « science » économique, elle est bien entendu indifférente, ce qui assure à ceux qui commanditent cette approche l’anonymat qu’ils recherchent.
De même, pour l’économie politique, le rapport de forces entre trois populations, les salariés qui apportent au processus de production leur travail, les investisseurs qui font les avances en moyens de production (équipement, matières premières) et les dirigeants d’entreprises qui contractent avec les investisseurs, organisent et supervisent le processus de production, préside à la distribution du surplus généré par l’activité humaine. Tout comme la formation du prix est un phénomène de frontière où le prix se constitue sur le fil de la confrontation entre acheteurs et vendeurs, l’intérêt est lui un phénomène de frontière entre investisseurs et dirigeants d’entreprise où le taux d’intérêt se constitue sur le fil de leur confrontation, et l’inflation est un phénomène de frontière entre dirigeants d’entreprises et salariés où son taux se constitue sur le fil de leur confrontation.
Pour la « science » économique, le surplus n’existe cependant pas et n’existant pas, la question de sa distribution ne se pose pas non plus, ni a fortiori celle de la confrontation entre les parties impliquées dans le processus de sa création. Là où elle aurait dû parler du surplus, elle parle à la place de masse monétaire et là où elle aurait dû évoquer la part du surplus revenant aux salariés, elle met en avant les revendications salariales comme la principale cause de déséquilibre des systèmes économique et financier car source d’inflation, cette dernière étant présentée comme un phénomène de nature monétaire pouvant être combattu en manipulant les taux d’intérêt, en raison de l’impact de ceux–ci sur la masse monétaire. [1]
Dans les périodes qui précèdent les crises, celles où la spéculation bat son plein, les bénéficiaires des rapports de forces prévalant ont l’occasion de se constituer des fortunes personnelles considérables qui leur permettent d’investir dans la production de la « science » économique véhiculant une représentation de l’économie et de la finance où leur mécanisme réel est caché. Ils consacrent une partie des fonds auxquels ils ont accès à la fondation et au financement d’établissements de recherche, de chaires, de think tanks, de « boîtes à idées », ayant à leur tête des hommes à eux. Comme l’écrit Susan George : « L’argent permet ainsi d’organiser la notoriété et le "champ" dans lequel se dérouleront des "débats" créés de toutes pièces » [2].
Une dialectique s’établit au fil des ans entre les théoriciens qui, dans une perspective scientifique, s’efforcent de représenter l’économie et la finance telles qu’elles sont, et ceux qui, cooptés et promus par les bénéficiaires des savoirs appliqués économiques et financiers, s’efforcent de les représenter de la manière la plus favorable à la reproduction de ces bénéfices.

Les causes de la Grande Crise selon Bernanke

L’actuel président de la Federal Reserve Bank (FED), Ben S. Bernanke, est l’un des bénéficiaires en vue du savoir appliqué économique et financier ; il offre aussi un excellent exemple de la manière dont est produite la « science » économique. Bernanke est aujourd’hui reconnu comme l’un des principaux experts des événements de 1929 et des années de crise qui s’ensuivirent. Son livre Essays on the Great Depression [3] fait, nous dit-on, autorité sur la question. Qu’a-t-il apporté à notre compréhension de la Grande Crise ? Son approche est, comme il fallait s’y attendre, monétariste, et pour lui la cause majeure des événements de 1929 se situe dans la décision de la FED de maintenir la parité du dollar avec l’or, parité à laquelle le Président Nixon renoncera en 1971. Bernanke met en avant, comme facteur aggravant, la résistance des employeurs à utiliser l’arme du licenciement pour recourir de préférence à la réduction du temps de travail journalier des salariés.
Dans la recension qu’il a consacrée aux Essays on the Great Depression, en réalité un recueil d’articles, Robert Margo, professeur d’économie à Vanderbilt University, souligne le glissement qui s’opère au fil des années sous la plume de Bernanke quand il évoque la décision des patrons de réduire le temps de travail journalier plutôt que de recourir à la suppression de postes : présentée initialement comme non significative d’un point de vue statistique, elle finit par devenir cause déterminante [4]. Le président de la FED propose une interprétation de « science » économique de la Grande Crise, monétariste dans sa formulation, et mettant en avant la combativité des salariés comme le principal obstacle à l’atteinte d’un équilibre économique. On verra, quand j’aurai examiné ci-dessous les vraies causes de la Grande Crise, pourquoi il est possible d’appliquer aux analyses de Bernanke l’expression qu’utilisa Galbraith pour caractériser la politique du Président Hoover en 1929 : « Le triomphe du dogme sur la pensée » [5].

Les causes de la Grande Crise selon Galbraith

Dans son livre intitulé The Great Crash – 1929, publié en 1954, John Kenneth Galbraith avait lui offert un tout autre portrait de la Grande Crise et avait analysé les raisons qui devaient, selon lui, empêcher son renouvellement. Il envisageait aussi les rares circonstances qui pourraient permettre à une crise similaire de se reproduire.
Au moment où la crise éclata en 1929, la disparité des revenus s’était dramatiquement creusée aux États-Unis. Galbraith expliquait pourquoi une catastrophe du même ordre ne pouvait plus, selon lui, se reproduire en 1954, l’année de publication de son livre : « La répartition des revenus n’est plus aussi déséquilibrée. Entre 1929 et 1948, la part des revenus attribuée aux 5 % de la population aux revenus les plus élevés, qui était de près d’un tiers, est tombée à moins d’un cinquième du total » [6]. Les choses évoluèrent cependant rapidement dans les années qui suivirent : la part attribuée aux 5 % de la population américaine la plus riche grimperait régulièrement pour atteindre 54,42 % en 1989 puis 57,70 % en 2000, date du recensement le plus récent. La finance a joué un rôle déterminant dans la disparité croissante des revenus aux États-Unis : en 1980, les salariés du monde financier touchaient en moyenne 10% de plus que ceux des autres secteurs ; en 2007, l’écart était passé à 50%. Les profits du secteur financier américain représentaient 13% du total en 1980 ; en 2007, la proportion avait plus que doublé avec 27%. La part de la croissance consacrée aux salaires représentait aux États-Unis 56,5% en 1981 ; en 2006, elle était tombée à 51,7%. Au premier rang des facteurs déclencheurs des deux crises donc : la part croissante du surplus économique aboutissant entre les mains des dirigeants d’entreprises et des investisseurs, au détriment bien entendu des salariés.
En plus de la disparité des revenus, Galbraith mentionnait parmi les autres facteurs à l’origine de la crise de 1929 : le déficit de la balance commerciale des États-Unis, un allégement de la fiscalité pour les plus nantis et l’indifférence envers la spéculation – et en particulier l’absence de mesures qui auraient pu maîtriser celle-ci en augmentant les marges exigées des spéculateurs lors de leurs opérations. Tous ces facteurs jouèrent bien entendu un rôle similaire en 2007.
Parmi les circonstances qui pouvaient empêcher, selon Galbraith, que les mesures nécessaires ne soient envisagées, malgré la prise de conscience de l’imminence d’une crise du même ordre que celle de 1929 : le fait que les difficultés apparaissent en période pré-électorale, interdisant de ce fait la prise de mesures impopulaires.
Convaincu que le souvenir des événements de 1929 constituerait un puissant repoussoir, Galbraith imaginait la FED faisant preuve d’une bien plus grande détermination qu’elle n’en fit preuve durant les six premières années des deux administrations George W. Bush. Il écrivait en effet : « Les pouvoirs du Conseil de la Federal Reserve – que l’on appelle aujourd’hui le Conseil des gouverneurs, le Système de la réserve fédérale – ont été renforcés sous les deux aspects de la relation aux banques de Réserve et des banques membres » [7]. Allant plus loin, il n’hésitait pas à imaginer que Wall Street aurait à cœur d’étouffer dans l’œuf une crise imminente. Il écrivait à ce propos que « Puisqu’un effondrement spéculatif succède nécessairement à un boom spéculatif, on peut espérer que Wall Street exercerait un contrôle strict en cas de résurgence de la spéculation. Les banquiers et les courtiers exigeraient que l’on relève jusqu’à leur limite les marges ; on demanderait à Wall Street d’exercer cette exigence avec rigueur contre ceux qui tenteraient d’emprunter en mettant en gage leur propres actions et obligations afin d’en acheter davantage. On rappellerait avec force au public les risques inhérents au fait d’acheter des actions en visant leur plus-value » [8]. Faut-il préciser qu’il n’en a rien été ? La présence d’Alan Greenspan à la tête de la FED, de 1987 à 2006, signifierait au contraire vingt années sous la bannière d’une version extrémiste du laissez-faire, inspirée du « libertarisme » [9] militant d’Ayn Rand, son mentor.

La prévention des bulles financières

Comme la bulle boursière des start-up le démontrerait au tournant du millénaire, dans une bulle financière, le cours des actions s’envole sans le moindre effort de la part des dirigeants d’entreprises et des investisseurs qui en bénéficient, directement pour les investisseurs, et indirectement par l’intermédiaire des stock options pour les patrons. Il n’existe donc pour eux aucune incitation – bien au contraire – à décourager le développement d’un tel phénomène. De même, lors d’une bulle immobilière, si les propriétaires trouvent leur profit dans le fait que le prix de leur logement s’envole, les bailleurs de fonds y découvrent aussi l’occasion de prêter davantage, et les promoteurs de construire davantage. Alors à qui revient la responsabilité d’empêcher une bulle financière d’apparaître et d’enfler par la suite ?
En fait, selon Alan Greenspan, aucune instance n’en a la responsabilité. Interrogé à ce sujet, il déclarait en décembre 2007 : « Après avoir observé durant un demi-siècle de nombreuses bulles de prix se développer et éclater, je suis arrivé à regret à la conclusion que les bulles ne peuvent être désamorcées sans danger par une politique monétaire ou par d’autres initiatives avant que la fièvre spéculative ne s’éteigne d’elle-même. Il est clair qu’il y avait très peu que les banques centrales des différents pays auraient pu faire pour tempérer la manifestation la plus récente de cette disposition humaine à l’euphorie, rappelant d’ailleurs par certains aspects la tulipomanie [10] en Hollande au XVIIe siècle ou la bulle des Mers du Sud [11] au XVIIIe en Angleterre » [12].

À partir des années 1970, la situation des salariés américains se dégrada lentement et si les effets de leur perte effective de pouvoir d’achat furent partiellement masqués, c’est uniquement du fait qu’un système complexe de crédit à la consommation se mit en place, où l’endettement personnel compensait la perte de pouvoir d’achat fondé sur les revenus, la bulle de l’immobilier offrant, pour ceux d’entre eux qui étaient propriétaires, la plus-value sans cesse croissante de leur logement comme collatéral aux emprunts qu’ils contractaient. Cette classe salariale, où l’endettement des ménages atteignait en 2004, 120% de leurs revenus annuels bruts, devenait, au fil des années, de plus en plus vulnérable aux fluctuations de la conjoncture dans un pays à la couverture sociale extrêmement ténue.
En 2004, le budget des ménages américains entra en régime de « cavalerie », dépendant chaque jour davantage pour les dépenses de consommation, de la persistance de la bulle de l’immobilier où seule l’arrivée constante de nouvelles recrues permettait à ceux qui étaient déjà propriétaires de maintenir leur présence. [13] Tout ralentissement dans ce recrutement provoquerait une stagnation du prix de l’immobilier qui conduirait l’édifice à s’effondrer dans son ensemble. Lorsque ce ralentissement intervint, furent tout d’abord entraînés dans la chute les ménages dont la capacité à payer leurs mensualités reposait sur le prix sans cesse croissant des maisons, des emprunts successifs leur permettant seuls de faire face à leurs engagements. Furent ensuite atteints les ménages qui avaient spéculé sur le gonflement de la bulle en s’achetant plusieurs habitations ou en s’étant acheté un logement trop vaste en vue de maximiser l’effet de levier qu’autorise l’emprunt. L’immobilier résidentiel, ébranlé par la remise sur le marché d’un nombre d’habitations en hausse croissante, entraîna enfin dans sa plongée les ménages qui avaient conçu leur logement comme la tirelire qui leur permettrait de jouir un jour d’une retraite confortable.

Le retour du même

Le rapprochement spontanément fait par les commentateurs entre 2007 et 1929 est donc amplement justifié : les manifestations des deux crises sont les mêmes et leurs causes sont pratiquement identiques. Même origine en effet dans une spéculation immobilière débutant dans les deux cas en Floride. La spéculation dans l’immobilier et sur les marchés boursiers résultait déjà en 1929 d’une disparité croissante des revenus et d’une concentration de la richesse entre quelques mains. Les grandes fortunes étaient à la recherche de rendements élevés pour leurs placements et déléguaient leurs efforts à des établissements financiers dont le nom a simplement changé : appelés à l’époque investment trusts et hedge funds aujourd’hui. Ces officines avaient alors trouvé le moyen de découpler leurs opérations de leur responsabilité financière et utilisaient massivement l’effet de levier pour multiplier leurs chances de gain. Rien de nouveau donc sous le soleil : les mêmes causes engendrèrent les mêmes effets.
Si le portrait dressé par Galbraith en 1954 avait prévalu, il aurait été clair que les mêmes conditions étaient réunies en 2007 qui avaient existé en 1929 et qu’une crise similaire était donc sur le point d’éclater. La substitution de théories fausses aux théories vraies n’est pas innocente puisqu’elle autorise le retour de crises qu’une prise de conscience du fait qu’une configuration familière, prélude à un désastre, s’est reconstituée, permettrait au contraire d’éviter.
S’il a été possible à la crise qui éclata en 2007 de reproduire celle de 1929, c’est parce que la compréhension de cette dernière s’est perdue à l’occasion d’un processus de sélection entre les différentes explications qui en ont été offertes et où la fausse a éliminé la vraie grâce à l’investissement massif consenti dans l’enseignement et dans la production de la « science » économique par ceux dont l’intérêt est que ces théories fausses prévalent.
Avec le retour de la crise, la réalité réaffirme bien entendu ses droits. La crise offre à la théorie vraie de son origine, l’occasion pour elle aussi d’un retour. Lorsque la stabilité se réinstaure provisoirement, les conditions se reconstituent cependant également qui conduiront tendanciellement au même glissement progressif vers une représentation fausse mais plus favorable aux intérêts des bénéficiaires des rapports de force existant au sein de l’économie et de la finance. Une telle alternance dialectique est inévitable tant que le cadre demeure identique. Des tentatives radicales de rebâtir l’économie et la finance sur des bases entièrement neuves ont eu lieu, il s’est agi chaque fois de paris coûteux, prompts à l’aveuglement à d’éventuelles conséquences négatives, et pouvant par conséquent – et comme l’a tristement confirmé l’histoire – se révéler désastreux.
Un autre moyen de prévenir le retour des crises – moins coûteux et mieux à même de se prêter à des rectifications de tir – consisterait à tenir pleinement compte du fait que l’économie et la finance sont serties dans le fonctionnement des sociétés, et à leur faire dépasser leur stade présent, où leurs dispositions à l’autorégulation et à l’auto-adaptation ne dépassent pas celles d’un processus naturel laissé à lui-même. Il convient de les faire bénéficier d’un progrès similaire à celui qu’a connu le politique avec l’avènement de la démocratie qui constitue elle une institution que les hommes se sont offerte à eux–mêmes grâce à leur réflexion propre et qu’ils ont mise en œuvre par leur industrie, en remplacement du processus naturel spontané qui la précédait : celui qui aboutit inéluctablement à l’écrasement des plus faibles par les plus forts.
Si l’on tire les leçons de la crise actuelle, comme de toutes les précédentes, les mesures qu’il conviendrait de prendre pour empêcher leur retour peuvent être élevées au niveau de principes, et inscrites à ce titre au sein d’une constitution. Le seul obstacle à procéder de cette manière est l’absence de volonté : les causes de la crise actuelle sont connues, elles sont identiques à celles de la crise précédente, dont les causes étaient déjà connues en son temps – même si l’oubli a été imposé à ce savoir.

[1] Un exposé approfondi de ces points est proposé dans Paul Jorion, L’implosion. La finance contre l’économie : ce que révèle et annonce « la crise des subprimes », Fayard, 2008, pp.224-231.

[2] Susan George, « Mythologies économiques : Comment la pensée devint unique », Le Monde Diplomatique, août 1996, http://www.monde-diplomatique.fr/19...

[3] Ben S. Bernanke, Essays on the Great Depression, Princeton University Press, 2000.

[4] Robert A. Margo, recension de Ben S. Bernanke, Essays on the Great Depression, H-Net Reviews in the Humanities and Social Sciences, 2000 http://www.h-net.org/reviews/showpd...

[5] John Kenneth Galbraith, The Great Crash – 1929, Houghton Mifflin, 1954, p.191

[6] Ibidem, p.196.

[7] Ibidem, p.194

[8] Ibidem, p.198.

[9] L’expression d’« anarcho-capitalisme », introduite par Dany–Robert Dufour, est également adéquate.

[10] En 1636, en plein âge d’or hollandais, un bulbe de tulipe valait un prix quatre fois supérieur à celui de la Ronde de nuit de Rembrandt !

[11] Crise boursière qui se déroula en Grande-Bretagne en 1720 à la suite de l’effondrement de l’action de la Compagnie des mers du Sud.

[12] Alan Greenspan, « The Roots of the Mortgage Crisis », The Wall Street Journal, le 12 décembre 2007.

[13] Cette dynamique est expliquée de manière détaillée dans Paul Jorion, L’implosion, op. cité, pp. 19-48).

http://www.fondation-copernic.org/spip.php?article178

Un million de chômeurs au bord du gouffre

En 2010, de très nombreux demandeurs d’emploi arriveront au bout de leurs droits à l’assurance chômage. Pour une minorité seulement, l’aide d’État prendra le relais. Les syndicats appellent à des mesures d’urgence pour passer la crise.

On a beau savoir que la crise est profonde, certains chiffres tombent comme des coups de massue. C’est le cas de la projection, livrée lundi dernier par les services statistiques de Pôle emploi, qui révèle qu’en 2010, pas moins d’un million de chômeurs arriveront au bout de leurs allocations, autrement dit en « fin de droits », sans avoir retrouvé de travail. C’est plus qu’en 2009, ou 850000 chômeurs s’étaient retrouvés dans la même situation, et plus qu’en 2007, ou ils étaient « seulement » 740‚ 000.

Explosion logique d’une bombe à retardement‚ : en 2008, la crise fait remonter brutalement le taux de chômage. Or, à Pôle emploi, les règles en vigueur limitent à deux ans, pour la plupart des chômeurs, la durée maximale des allocations. C’est donc en 2010 que le gros des troupes, qui avait assez cotisé pour avoir droit à ces deux années de couverture, commence à arriver en fin de droits. Á ceux-là s’ajoutent les bataillons permanents de précaires, travaillant de courtes périodes et indemnisés tout aussi brièvement.

Explosion drastiques d’accès à l’ASS

Le sujet était assez sensible et prévisible pour que patronat et syndicats, dans leurs négociations sur les « mesures d’urgence face à la crise », lancées en juin, aient mis en place un groupe de travail sur ce thème. C’est dans ce cadre que les syndicats ont demandé aux services de Pôle emploi des données chiffrées sur l’étendue des dégâts. Au passage, une autre information importante a été livrée‚ : sur ce million de fins de droits, seulement 17 % (170‚ 000 personnes) pourront basculer en allocation spécifique de solidarité (ASS), versée par l’État et censée servir de relais à l’assurance chômage, financée par les cotisations sociales. Un taux très bas, dû aux critères drastiques d’accès à cette allocation pourtant modeste (450 euros mensuels, au maximum). Depuis une réforme de 1997, le chômeur doit notamment avoir travaillé cinq ans dans les dix dernières années, une barrière qui provoque 80 % des rejets de demandes.

Pour ceux qui n’ont pas droit à l’ASS, le revenu de solidarité active (RSA), nouveau nom du RMI, sert de dernier filet de sécurité, mais un cran plus bas. En apparence, ASS et RSA sont équivalents, soit 450 euros par mois pour une personne seule. Mais, comme les possibilités de cumul avec un revenu ou le salaire du conjoint sont plus souples avec l’ASS, celle-ci enferme moins dans la pauvreté. Ainsi, en 2005, 80 % des allocataires du RMI vivaient sous le seuil de pauvreté, contre 58 % pour l’ASS, et l’intensité de la pauvreté était plus forte au RMI, souligne une étude de la Drees d’avril 2005. Il n’empêche que toucher le RSA n’est pas simple non plus‚ : le chômeur doit avoir vingt-cinq ans et ne pas avoir de conjoint, ou alors un conjoint lui-même pauvre. D’ou de nombreux rejets de dossiers. Pôle emploi planche sur une estimation du nombre de « fins de droits » susceptibles de basculer en RSA. Par soustraction, on connaîtra le nombre de chômeurs qui basculeront dans l’absence totale de revenu. «

Le sujet doit devenir « prioritaire » dans la négociation avec le Medef

La situation est catastrophique, l’ASS ne remplit pas son rôle de filet de sécurité‚ ! » s’emporte Maurad Rabhi, négociateur CGT, qui en appelle à des mesures d’urgence pour aider les chômeurs à « passer le cap de la crise ». La CGT exige à la fois un allongement de la durée d’indemnisation Assedic et un assouplissement de l’ASS, pour l’ouvrir à tous les chômeurs en fin de droits. « Le Medef cherche à gagner du temps pour renvoyer la question à la prochaine négociation sur la convention Unédic, fin 2010 », dénonce Maurad Rabhi. Au nom de FO, Stéphane Lardy estime que le sujet doit devenir « prioritaire » dans la négociation avec le Medef et pour l’État, qui devrait aussi mettre la main à la poche. Négociatrice CFTC, Gabrielle Simon plaide pour une prolongation de l’indemnisation, cofinancée par l’Unédic, l’État et les collectivités locales. « Á situation exceptionnelle, mesure exceptionnelle », argue-t-elle, espérant que « les politiques se saisissent du sujet ». Côté patronal, l’urgence est moins patente : « On est conscients que c’est un vrai sujet, mais il nous faut plus d’éléments pour y réfléchir », a réagi lundi dernier Dominique Castéra, DRH du groupe Safran et chef de file de la délégation du Medef. Pour le patronat, l’effort ne s’imagine que limité. Á sa demande, Pôle emploi a chiffré le coût d’une prolongation de l’indemnisation pour trois mois… mais dégressive pour ne pas verser dans l’excès de solidarité. Après sa fin de droits, le chômeur toucherait ainsi 70 % de son allocation pendant un mois, puis 60 %, enfin 50 %. Ce « rab » coûterait 1,3 milliard d’euros à l’assurance chômage.

Fanny Doumayrou

http://www.humanite.fr/Un-million-de-chomeurs-en-fin-de-droits-en-2010

History of US Rule in Latin America: Resistance to the Coup in Honduras

Noam Chomsky

The United States has had four presidents who received the Nobel Peace Prize. I haven't checked, but I presume that's a record for heads of state. All four have left their imprint on Latin America, "our little region over here that has never bothered anybody." That's how Secretary of War Henry Stimson described the hemisphere in May 1945. He was at that time explaining to the world what the post-war global system would be, and one of its conditions would be that all regional organizations must be disbanded, with the exception of our own, which are to be expanded, including "our little region over here," the Western hemisphere. . . . His position was correct, as others explained, for example a very influential liberal Democrat Abe Fortas, who said that for us to expand our system, including "our little region over here," is "part of our obligation to the security of the world" because "what is good for us is good for the world." That's self-evident. Well, if we look through the four presidents and their imprint, it was significant. So, let's start with Theodore Roosevelt, the first one.

Roosevelt was a shocking racist. I don't use the analogy lightly, but it's a fact that you have to go to the Nazi archive to find anything similar. So, here's a couple of his examples about our little region here. "[T]he expansion of the peoples of white, or European, blood during the past four centuries . . . has been fraught with lasting benefit to most of the peoples already dwelling in the lands over which the expansion took place." That's despite what the remnants of Native Americans or Blacks or Filipinos or others might mistakenly believe. Actually, genocide denial has been a leading and highly valued feature of the intellectual and moral culture in the United States and remains so right until the present. . . . With regard to the conquest of a half of Mexico, Roosevelt explained that it was "inevitable," and "in the highest degree desirable for the good of humanity at large, that the American people should ultimately crowd out the Mexicans." It was "out of the question to expect" Texans to "submit to the mastery of the weaker race." And, of course, stealing Panama from Colombia was also "in the highest degree desirable for the good of humanity." I won't go on with Teddy Roosevelt, whose statue graces Mount Rushmore.

The second Nobel Peace Prize laureate was Woodrow Wilson, the most honored and arguably the most vicious and brutal of the Nobel Prize laureates. His invasion of Haiti, for example, killed thousands of people, maybe 20,000 according to Haitian historians, restored virtual slavery, and left much of the country in ruins. Wilson is famous as an apostle of democracy, and he demonstrated his love of democracy by sending the marines in to disband parliament at gunpoint, for a good reason: they had refused to pass what was called a progressive legislation that allowed US corporations to buy up the country. Therefore they were kicked out, but since we do believe in elections, there was a referendum under marine rule in which 5% of the population participated and 99% voted for the progressive legislation, so American corporations proceeded to buy up what remained of Haiti, which was once the richest colony in the world -- that's worth remembering -- now maybe the symbol of hopelessness and despair, a tribute to the West. At the same time, Wilson sent the marines to invade the Dominican Republic. That was almost as bad as Haiti, but not quite, because, as the military commanders pointed out, in the Dominican Republic, there were Spics, not niggers, so you had to treat them a little better -- not much but some. Both countries were left under the rule of vicious National Guards, the policy that had been first instituted in the Philippines a few years earlier. . . . All of this comes down to us in history under the framework of what is called Wilsonian idealism, which is a leading principle of US foreign policy. . . .

The third presidential Nobel laureate was Jimmy Carter, for whom human rights was "the soul of our foreign policy." His policies in Latin America were explained by Robert Pastor -- he is a Latin American specialist and way at the dovish extreme. Pastor explained why the administration had to support the murderous Somoza regime in Nicaragua and, when they could no longer sustain him, they had to try to sustain, maintain, the US-trained National Guard even -- I'm quoting Pastor now -- even after it was massacring the population "with the brutality a nation usually reserves for its enemy," killing some 40,000 people. And the reason why the Carter administration had to keep supporting them is elementary: to quote Pastor again, "The United States did not want to control Nicaragua or the other nations in the region, but it also did not want to allow developments to get out of control. It wanted Nicaraguans to act independently, except when doing so would affect U.S. interests adversely." That's a fair statement of policy at the dovish extreme. . . .

Well, onto the fourth Nobel laureate, our President Obama. . . .

http://mrzine.monthlyreview.org/chomsky261209.html

Crise du logement - PARIS- FRANCE

L'association ¨les Enfants de Don Quichotte¨ s'est donnée pour ambition la promotion, la protection et la défense des droits de l'homme.
Notre lutte citoyenne se veut pacifique et non partisane, elle s'exprime pour l'application du droit à une vie digne et décente pour chacun, et elle se concentre sur les problèmes sociaux dont les médias et les responsables politiques se détournent.

Nous agissons à la fois auprès des personnes dont les conditions d'existence sont indécentes, mais aussi auprès des associations représentant ou venant en aide à ces mêmes personnes, et cela pour les conseiller, les fédérer autour leur combat contre ces injustices sociales.

A l'écoute de la société civile, dans un soucis permanent de pragmatisme et d'éthique, nous organisons des actions médiatiques de grande envergure afin d'informer et de mobiliser la population et ses représentants politique autour du respect des droits humains fondamentaux.

Depuis l'organisation de la nuit solidaire du logement le 21 février 2008, nous travaillons avec l'ensemble des 27 associations importantes du secteur à constituer un véritable contre pouvoir politique s'attachant à proposer et militer. Notre combat contre la crise du logement est malheureusement loin d'être gagné. Plus que votre sympathie ou votre argent nous avons besoins de votre présence dans la rue. Si vous souhaitez participer physiquement à nos prochaines actions, ou à l'organisation d'action dans votre commune, inscrivez vous à la newsletter de notre site.


Serbie et Bosnie: et si le méchant n'était pas celui qu'on croit?

Daniel Salvatore Schiffer

Le discours dominant depuis les années 90 consiste à dépeindre les Serbes comme les Nazis de l'Europe de l'est, et les Bosniaques comme les parangons du multiculturalisme. A la lumière de quelques faits récents, Daniel Salvatore Schiffer nous explique qu'il n'en est rien.

Quel extraordinaire, paradoxal et historique retournement de situation, au regard de l’opinion publique internationale, que celui que vivent actuellement, depuis ce mardi 22 décembre 2009, deux des pays les plus douloureusement touchés, lors de la guerre civile qui les vit s’affronter entre les années 1991 et 1995, de l’ex-Yougoslavie : la Bosnie et la Serbie.

La Bosnie, tout d’abord, celle-là même que ne cessèrent d’encenser au prix de mensonges souvent éhontés, en voulant nous la présenter comme un modèle de société multiculturelle et pluriethnique, quelques-uns de nos intellectuels les plus médiatisés, au premier rang desquels émerge un imposteur de taille : Bernard-Henri Lévy. Je me souviens, en particulier, de la manière, aussi partisane qu’effrontée, dont ce grand mystificateur s’évertua, durant toutes ces années de guerre et contre le sens de la vérité elle-même, à glorifier les soi-disant mérites de son idole politique d’alors : Alija Izetbegovic, premier Président de la Bosnie indépendante, mais, surtout, fondamentaliste musulman dont la tristement célèbre « Déclaration Islamique », publiée à Sarajevo en 1970, affirme textuellement, niant là les valeurs de nos sociétés laïques, qu’ « il n’y a pas de paix ni de coexistence entre la religion islamique et les institutions sociales et politiques non islamiques ». Et encore, ces mots terribles, dignes de l’intégrisme religieux le plus dangereux pour la sauvegarde de nos démocraties mêmes, sinon du sens de la fraternité entre les peuples : « Avant le droit de gouverner lui-même et son monde, l’islam exclut clairement le droit et la possibilité de la mise en œuvre d’une idéologie étrangère sur son territoire. Il n’y a donc pas de principe de gouvernement laïc, et l’Etat doit être l’expression et le soutien de concepts moraux de la religion. ». Edifiante, cette étrange conception de la tolérance chez les amis de BHL et Cie, pour la plupart anciens « maoïstes » ou « trotskystes-léninistes » repentis de surcroît !

Eh bien c’est cette Bosnie prétendument multiculturelle et pluriethnique, celle-là même que Bernard-Henri Lévy et ses acolytes « nouveaux philosophes » (André Glucksmann, Alain Finkielkraut, Pascal Bruckner…) s’échinèrent à angéliser, qui vient à présent (et enfin !) de jeter le masque : elle s’est vue très justement condamnée par la Cour Européenne des Droits de l’Homme, ce 22 décembre 2009 donc, pour discrimination raciale à l’encontre de ses minorités ethniques. Et, en particulier, des Juifs et des Roms, interdits, par la Constitution Bosniaque actuelle, de se présenter à certains scrutins nationaux et élections de toute première importance pour la vie politique du pays, dont la présidence de l’Etat.

le vrai visage des états de l'ex-yougoslavie

Le motif de cette condamnation, de la part des juges européens, de la Bosnie ? Celle-ci, aussi fondée qu’imparable : l’interdiction faite aux minorités de se présenter à certains scrutins « ne repose pas sur une justification objective et raisonnable » et est donc contraire, comme telle, à la Convention Européenne des Droits de l’Homme.

A propos : ces Juifs et ces Roms, n’étaient-ils pas déjà ceux-là mêmes que les divisions SS «Handjar» du grand mufti de Sarajevo, alors alliées inconditionnelles des encore plus terrifiants «Oustachis » d’Ante Pavelic, persécutèrent avec une effroyable cruauté, à faire pâlir d’horreur les nazis eux-mêmes, lors de la Seconde Guerre Mondiale ?

La Serbie, ensuite, ce pays que ces mêmes « nouveaux philosophes », et l’impayable BHL en tête toujours, s’acharnèrent, avec un zèle inégalé, à démoniser systématiquement, jusqu’à contribuer, y compris lors de la guerre du Kosovo (1997-1999), à sa longue et éprouvante mise au ban des nations.
Et bien, c’est cette Serbie, guidée aujourd’hui de main de maître par son Président pro-occidental, le très éclairé et très démocrate Boris Tadic, qui a déposé formellement, ce même 22 décembre 2009, sa candidature à l’adhésion, après avoir obtenu quelques jours auparavant la libéralisation des visas pour ses citoyens, à l’Union Européenne.

Reste à espérer que l’Europe accédera rapidement à cette demande, en tout point légitime, de la Serbie. Et que le manichéisme pour le moins étriqué de ces intellectuels en chambre, aveuglément « pro-bosniaques » et unilatéralement « anti-serbes », retrouvent enfin les lumières, qui leur a si longtemps fait défaut, de la raison.

Quel cinglant démenti, par les voix les plus officielles, à leurs diverses manipulations idéologiques: un véritable boomerang ! Et quelle leçon d’Histoire, magistrale, pour eux !

http://www.marianne2.fr/Serbie-et-Bosnie-et-si-le-mechant-n-etait-pas-celui-qu-on-croit_a183252.html

La falacia de las clases medias

Marcos Roitman Rosenmann

Nunca llueve a gusto de todos. Pero si atisbamos un principio de acuerdo entre socialdemocracia, derecha conservadora, progresista o liberal, éste se produce a la hora de señalar que la crisis supone un deterioro de la sociedad de clases medias. Es pan común dejar a un lado a las clases trabajadoras, total siempre lo han pasado mal, incluso en tiempos de bonanza.

Se viva en la oposición o se gobierne los argumentos para subir o bajar los impuestos, aumentar el IVA, salvar las entidades financieras, flexibilizar el mercado laboral, seguir privatizando o dar un mayor impulso a las políticas de inversión pública, sirven para justificar un apoyo a las maltratadas clases medias y evitar el desastre. Según encuestas y estudios sociológicos elaborados ad hoc sus miembros constituyen la base mayoritaria de la población. Son los sufridos profesionales, médicos, ingenieros, maestros, los funcionarios del Estado, los empleados del sector terciario, los pequeños y medianos empresarios, incluso se suman los trabajadores especializados y los mandos intermedios de las empresas trasnacionales. En definitiva, se les identifica como los triunfadores del siglo XX. Aquellos cuya perseverancia y esfuerzo abrió las puertas a un mundo de bienestar, consumo y progreso. Ellos no forman parte de la cultura de la pobreza.

Hoy, nos dicen, son los más perjudicados por la crisis. Para justificar tal acervo nos apuntan a una merma en sus expectativas de movilidad social ascendente. Sufren la negativa de los bancos para acceder a préstamos fáciles. Ya no hay dinero para hipotecas, tampoco para becas de estudio, investigación o post-grado. Menos aún obtienen el aval para cambiar de coche o irse de vacaciones. Las clases medias están deprimidas económica y sicológicamente. El diagnostico se complementa con una percepción negativa de su papel político en circunstancias como las descritas. Son fácilmente manipulables y pueden convertirse en carne de cañón para proyectos populistas. Las clases medias están cansadas, hay que tomar medidas. Por primera vez se hacen públicas investigaciones vaticinando que las clases medias vivirán una época de constricción. Es urgente devolverles la confianza. Deben ser rescatadas, convirtiéndolas nuevamente en el motor del cambio social, la estabilidad y el crecimiento económico. Tiene un papel que cumplir, son por antonomasia el colchón que amortigua los conflictos entre el capital y el trabajo, el pegamento de la sociedad.

Esta interpretación de la sociedad de las clases medias es una de las grandes falacias del capitalismo. El principio de explicación es burdo pero no por ello menos efectivo. Frente a la contradicción entre burgueses y proletarios, campesinos y terratenientes, la irrupción de las clases medias en el siglo XX habría transformado definitivamente el capitalismo. Nunca más se verían niños trabajando 12 o 14 horas por unos peñiques, mendigos tirados en las calles, hombres y mujeres sometidos a castigos degradantes y sobreexplotados. Ese capitalismo, adjetivado como salvaje, habría pasado a mejor vida. De él sólo queda un recuerdo borroso y literario, aquel que humanistas, médicos, juristas y representantes parlamentarios habían descrito en sus informes sobre las condiciones de vida de las clases obreras. Por su lectura sabemos del tipo de castigos a los cuales se les sometía. Desde cepos, latigazos, cárcel y encadenamientos, hasta la violación y las mutilaciones. Baste como ejemplo lo dicho por Juan Bialet Massé en su informe sobre Las clases obreras argentinas a principios de siglo XX: “… desde Santa Fe a Jujuy, el almacén o proveeduría o el crédito al obrero sobre su salario son las armas que esgrime la explotación para estrujarle, sin reparar vicios, antes bien induciéndolo a que se encenegue en él, manteniéndolo en un estado de embrutecimiento y degeneración física y moral que constituye un peligro público.” En parecidos términos se referiría a la situación de los pueblos indios. Se reniega del indio pero se le explota. Los que hablan de su exterminio, de arrojarlo al otro lado de las fronteras no saben lo que dicen o lo saben demasiado. Aún en el sur, donde es fácil relativamente poblar, porque el clima es similar al de Europa, el brazo del indio vendría muy bien; pero sin él, en el Chaco no hay ingenio, ni obraje, ni algodonal.

Para limar estas lacerantes aristas, la existencia de una clase media contribuía a cambiar la concepción del capitalismo y dotarlo de una perspectiva integradora. Una visión afable, llena de oportunidades sustituía esa época de arbitrariedad, explotación y violencia extrema. Afincar la meritocracia y reconocer los derechos civiles en el marco de un estado de derecho, eran el caldo de cultivo propuesto para su desarrollo. El capitalismo se reinventaba. No más exclusión. Gracias a las clases medias, el temor a las revoluciones socialistas quedaría atrás.

Los trabajadores, dirá W.W. Rostow, en su clásico Las etapas del crecimiento económico, un manifiesto no comunista “… se conformarán con un poco de progreso bastante estable; tenían la sensación de que las cosas estaban mejorando para él y para sus hijos y de que en general, estaban recibiendo una parte justa de lo que producía la sociedad; estaban dispuestos a luchar por lo que él deseaba dentro de las reglas de la democracia política, en un sistema de propiedad privada, tendían a identificarse con su sociedad nacional más que con el mundo abstracto de obreros industriales supuestamente oprimidos…”. Con ello se pretendió deslegitimar la izquierda marxiana. Su pronóstico, nos dicen, se mostró equívoco. El capitalismo no genera más miseria ni pauperización, por el contrario, disminuye las desigualdades y redistribuye la riqueza. Las clases trabajadoras se transformarían en clases medias, es el capitalismo con rostro humano.

Esta interpretación promovida por los intelectuales del establishment es una cortina de humo para tapar la explotación. Las clases medias constituyen un eufemismo para las clases dominantes y su definición adolece de errores de bulto, ni configuran un grupo homogéneo ni tienen intereses comunes, ni menos presentan un proyecto político de sociedad, factores claves para constituir una clase social. Asimismo, la actual concentración de la riqueza pone en entredicho la marcha hacia una sociedad de las clases medias. Por el contrario, todo indica que asistimos a una pauperización creciente de las clases trabajadoras y los sectores medios. La historia le sigue dando la razón a Marx. La crisis es del capitalismo, no de las clases medias.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97669
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