À procura de textos e pretextos, e dos seus contextos.

07/11/2009

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Europeana - a biblioteca digital europeia

Disponível em 21 línguas e cujo lema é "Pensar cultura", está concebida para "lançar ao mundo um novo desafio: inspirar novo pensamento e levar as pessoas a trocar ideias". Nesta primeira fase do projecto, o utilizador tem acesso a clássicos literários como "A Divina Comédia", de Dante, e documentos históricos, como a Magna Carta britânica, bem como pinturas célebres, audiovisuais e manuscritos de compositores como Beethoven e Mozart. - Europeana

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Sítio online dedicado à arte contemporânea que dá acesso a 10 mil museus e galerias de todo o mundo. - Blablart.com

Vaincre la mondialisation - La Mondialisation n’est pas une personne. Le Marché et la Bourse, non plus

Georges Labica

Or, ils se comportent comme des personnes. C’est pourquoi l’on dit : « la Mondialisation impose que… », « le Marché exige que… », ou « les Bourses se concertent afin de … ». Ces non personnes se soumettent les personnes, car elles sont beaucoup plus puissantes qu’elles. Elles forment une nouvelle Sainte Trinité en quelque sorte, dont les personnes doivent subir les humeurs et les caprices. On évoque « les heurts de la Mondialisation », « la mauvaise santé du Marché » (ex. : son « ébriété financière »), ainsi que « les turbulences de la Bourse ». Et ces trois-là n’entrent jamais en conflit. Au contraire, leurs horloges sont réglées les unes sur les autres, la Bourse jouant le rôle de l’horloge parlante ou de la marionnettiste qui tire les ficelles…des personnes évidemment Lesquelles se voient condamnées à une philosophie de la résignation inspirée, au choix, de l’Anankè, de la Providence ou du Mektoub, aux desseins tout aussi impénétrables.

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La violencia contra la naturaleza o el poder desnudo de las transnacionales

Rulli, Jorge Eduardo

Millones de argentinos sufren el hambre y la desnutrición, en la tierra que alguna vez fuera llamada granja del mundo. Otros millones se alimentan malamente con comidas industrializadas que, jamás habrían imaginado ingerir sus antepasados. En el Paraguay de Lugo el ejército todavía suele acompañar a las topadoras, a las máquinas de siembra directa y a los fumigadores brasiguayos, mientras el éxodo a las ciudades como Asunción se torna masivo. En Brasil, el gobierno de Lula acepta ser el exponente más claro del nuevo modelo de las corporaciones, y mientras presiona en los foros internacionales a favor de los biocombustibles convierte al Cono Sur en su patio trasero y de repoblamiento poblacional. En Uruguay, los líderes del Frente Amplio le demuestran al mundo su propia experiencia en socialismo municipal a la vez que su enorme indiferencia respecto al medio ambiente: no son capaces siquiera de comprender que las papeleras expresan un modelo de país monocultor de eucaliptos, que la soja contrabandeada desde la Argentina para no pagar las retenciones y la aprobación de semillas genéticamente modificadas como el arroz con caroteno, configuran el destino colonial del Uruguay en el siglo XXI. En Bolivia, la intervención de Lula y de Cristina ante la amenaza de la guerra civil, logró que se quitara de la nueva Constitución la prohibición a los organismos genéticamente modificados y ello parece haber detenido la confrontación, probablemente también los ímpetus de cambios existentes. El movimiento secesionista santacruceño se apoya fundamentalmente en los intereses de los sojeros y arroceros del departamento de Santa Cruz, cuyas exportaciones crecientes casi equiparan hoy a las exportaciones del gas boliviano. Desde estas perspectivas, tanto de la ecología como de la implantación de nuevos procesos de colonialismo corporativo, el común de las miradas que tan sólo logran un recuento de países latinoamericanos ordenados a izquierdas o a derechas, parecieran evadir la creciente complejidad de las situaciones locales, y nos hacen prisioneros de la confusión de los viejos paradigmas de los años 60 y 70 sin poder resolver los desafíos del presente.

Hace años manifestamos:
El proceso de globalización impuso a la Argentina en los años 90 un modelo de país productor de transgénicos y exportador de forrajes. Las consecuencias son ahora fáciles de advertir: inmensos territorios vaciados de sus poblaciones rurales, cientos de pueblos en estado de extinción, 400 mil pequeños productores arruinados y muchísimos más endeudados con los bancos debido al desequilibrio financiero que les causó la adopción de nuevos paquetes tecnológicos con gran dependencia a insumos, semillas OGMs, herbicidas de Monsanto y carísimas maquinarias de siembra directa.
Este modelo de exportación de forrajes ha sido perverso, pues su lógica fue la del aumento constante de esas exportaciones y ese crecimiento fue en desmedro de las producciones de alimentos. El hambre es entonces, y más allá de los discursos hipócritas de la clase política, una consecuencia directa e inevitable del modelo elegido de agroexportación de commodities. Cuántos mayores daños todavía, nos preguntamos, podrá provocar la etapa de exportación de agrocombustibles en la que estamos entrando aceleradamente. De esa manera, tanto el éxito del modelo cuanto los récord de cosechas que se obtienen, se traducen inmediatamente como mayor pobreza, indigencia y hambre para las poblaciones, a la vez que récord de niños nacidos con malformaciones, aumento en el índice de cáncer y enfermedades producidas por la contaminación de los tóxicos de la agricultura.
La violencia contra la naturaleza, expresa hoy en todo el continente el poder desnudo de las transnacionales, esa violencia se ejerce especialmente sobre las tierras campesinas devastadas, y sobre los agroecosistemas que son arrasados impiadosamente. La megaminería con uso de cianuro, la agricultura industrial de transgénicos acompañada de intensas cantidades de venenos, la implantación de árboles para madera y pasta de papel en desmedro de las cubiertas forestales y de monte natural, la producción de etanoles y biodiéseles obtenidos desde la agricultura y los cultivos de caña, la producción de carnes en encierro en gran escala con balanceados, desde salmones a novillos, configuran un largo listado de nuevos roles asignados a nuestros países a partir de los mercados globales. Sorprendentemente, muchas expresiones políticas herederas de importantes luchas de los decenios pasados, hoy parecen incapaces de visualizar estos procesos como procesos de nuevo colonialismo o tal como dicen algunos de transcolonialidad, debido al rol de las empresas transcoloniales. Esas izquierdas encerradas en sus esquemas antiguos, han preferido optar por estrategias de lucha que se proponen el socialismo o al menos una redistribución más justa de la riqueza. Cuando de lo que se trata ahora, es de la apropiación de los territorios por parte de las empresas, así como de la desterritorialización de las poblaciones y de su concentración obligada en enormes megalópolis, tal como en el caso del Plan Colombia donde el despoblamiento forzado de la población rural no ha sido substancialmente diferente al ocurrido en la Argentina o en el Paraguay. En estas nuevas situaciones, proponerse las tradicionales reformas agrarias, una mayor equidad en la distribución de la riqueza o acaso el implementar formas de socialismo urbano, resultan peligrosamente funcionales al sistema implantado de dominios y saqueo, no importa cuáles sean sus motivaciones políticas.
Impactos de la Soja RR en la Argentina
Los impactos del modelo de la soja sobre los ecosistemas y las poblaciones son cada vez más evidentes e insoslayables en todo el territorio nacional. Estaremos sobrepasando este año las 22 millones de hectáreas de monocultivos transgénicos y sus efectos han sido y serán crecientemente devastadores, tanto para el medio ambiente y la biodiversidad, cuanto para la vida y la cultura rural. El modelo agro exportador de forrajes y de subproductos oleaginosos, se ha constituido en una fábrica inagotable de pobreza, fuente de desarraigo y razón de migración hacia las grandes ciudades, donde en los nuevos y crecientes conurbanos se multiplican los fenómenos de la indigencia y de la exclusión social. Por otra parte, la soja y el maíz transgénico han desplazado a muchos otros cultivos que aportaban alimentos a la mesa de los argentinos, algunos de los cuales ahora deben ser importados. El uso intenso de agrotóxicos ha mostrado la falsedad de las promesas que tuviera en los años 90 la llamada revolución biotecnológica. Las cifras en uso de herbicidas y de nuevos pesticidas, acaricidas y fungicidas son formidables, y han provocado una masiva contaminación de las cuencas hídricas y de las napas freáticas. Para peor, esta agricultura industrial ha barrido a las pequeñas producciones hortícolas, tambos y criaderos de aves que rodeaban las ciudades argentinas. Ahora los monocultivos llegan a las primeras calles de las localidades, y las fumigaciones impactan sobre las poblaciones de los barrios periféricos, provocando graves y crecientes estadísticas de cánceres y enfermedades terminales.
Como consecuencia de los profundos impactos, han aparecido además, nuevos patógenos y plagas, que ahora infestan los monocultivos tanto como afectan a las poblaciones. Ello es consecuencia de que, tanto la comunidad de microorganismos del suelo como la diversidad biológica de animales y vegetales han sufrido fortísimas modificaciones y ello ha provocado graves desequilibrios. Asimismo, se han registrado cambios en las comunidades de malezas, con la aparición de especies inusuales y de varias especies que han desarrollado tolerancia a los herbicidas. La respuesta de las empresas ha sido la de operar sobre los efectos del modelo, incorporando nuevos tóxicos, aumentando las aplicaciones y la cantidad de herbicidas por hectárea, así como también incorporando otros herbicidas aún más tóxicos, y variados insecticidas y funguicidas para responder a las nuevas amenazas producidas por los desequilibrios del ecosistema. Otro tema de fuertes impactos es la práctica de barbechos químicos en época invernal, que luego de cada cosecha de soja, completa en vastas extensiones de territorio el ciclo del monocultivo y del creciente agotamiento de los suelos. Luego de la última cosecha y antes de las primeras heladas, germinan en estos campos, que se disponen para el barbecho, verdes alfombras de soja guacha, que son los granos que cayeron de las máquinas cosechadoras. Actualmente el método que se sigue en estos casos dado que esa soja RR resiste al glifosato, es la de combatirla con un producto cuyo nombre comercial es Grammoxone y cuyo componente activo es el temible Paraquat.
Como consecuencia de la nueva situación ambiente creada en el campo por las aerofumigaciones y la contaminación, podemos verificar una masiva colonización de las zonas urbanas por los pájaros silvestres, incluyendo las aves carroñeras, de rapiña y gaviotas, así como también por los roedores del campo, obligados todos a abandonar sus hábitats naturales ahora convertidos en lugares hostiles para la vida. La ingesta de los argentinos, por su parte, comenzó a extraviar sus herencias alimentarias, se modificaron nuestras comidas y nuestro modo de comer, y asociados a la ingesta han surgido nuevos problemas de salud, en especial la obesidad vinculada a la pobreza, los problemas cardíacos y sobre todo el cáncer como consecuencia de la contaminación, que se ha hecho tan común como antes lo era la gripe. Muchos de los programas alimentarios que llegan a los sectores carenciados incorporaron la soja transgénica masivamente gracias a la “generosidad” de las asociaciones de productores, y los problemas en los niños no demoraron en aparecer: formas femeninas en varones y madurez anticipada en las niñas, descalcificación y osteoporosis en adolescentes, desnutrición y debilidad dentaria, etc. La gravedad de la situación fue tal que el Poder Ejecutivo, a lo largo del año 2002, debió reiterar el llamado a que no se diera más soja en los comedores a menores de cinco años. No obstante, tanto el Rotary Club como Cáritas insistieron durante años en alimentar a la niñez argentina con soja transgénica y con la mal llamada leche de soja en algunas localidades, inclusive hasta el presente. Exactamente han hecho lo mismo, diversos gobiernos municipales y provinciales que, contra toda evidencia, continúan distribuyendo soja o mezclándola como en el caso de la Trisoja, con otros alimentos, para incorporarla de contrabando en la alimentación de los sectores carenciados. Por su cantidad de disruptores y por el empeño gubernamental en que se la convierta en parte de la ingesta habitual, se nos reafirma la convicción de que la soja es uno de los grandes controladores sociales de una época que ha puesto la alimentación y la mesa familiar en el centro de las estrategias corporativas.
Cuando el capitalismo global se maquilla de verde
Decíamos a principios del año 2005 en un documento del GRR y con motivo de organizar el Contraencuentro de Foz de Iguazú contra la Mesa Redonda Empresarial de Soja Sustentable:
Uno de los ejes de esas nuevas políticas públicas son las estrategias de certificación condicionadas por los intereses de los mercados y sometidas sin escrúpulos a los mensajes implacables de la publicidad empresarial. Los discursos de sustentabilidad social y ambiental, que fueran parte del arsenal de denuncias de las organizaciones de la sociedad civil, son captados por las corporaciones, que ahora se invisten de pretendidas responsabilidades sociales. Ciertas ONGs, lamentablemente, en estos nuevos escenarios han devenido en meras entidades prestadoras de servicios ambientales y pretenden además mostrarnos como un progreso las mitigaciones o morigeraciones de impactos que se prometen.
En realidad nos tratan de imponer una mirada en la que ya no hay verdades básicas ni fundamentos de verdades últimas. Con esa mirada sin absolutos se quiebra el espejo de nuestra posible y recuperada identidad. Porque para pertenecer a una comunidad o para reconstruir nuestra identidad es imprescindible que reconozcamos al otro diferente, llámese enemigo o como se lo quiera denominar. Y por eso el esfuerzo de las transnacionales para que legitimemos los modelos impuestos y para que nos sentemos a las mesas de consenso donde el enemigo se disipa… El modelo de dominación es gigantesco y sin embargo frágil, en última instancia depende de nuestra propia aceptación, aún más todavía, depende de que sigamos como ahora sin saber quiénes somos y qué queremos. La construcción del modelo se basa en generarle sentidos comunes a la subjetividad creada por el neoliberalismo. Una vez que se ha construido ese sentido común, la dificultad de deconstruirlo y de construir otro sentido alternativo requiere de un esfuerzo titánico. Es por ello que en nuestras luchas deberíamos tratar siempre, y por sobre todo, de generar esas nuevas subjetividades.
Sin embargo y más allá de los discursos, la violencia está vigente como nunca jamás en la historia y además de ello: se ha globalizado. Pero esas situaciones son realidades distantes a las mesas de consenso donde se imponen las hechicerías de hacer desaparecer a los contrarios. Si la agresividad y la violencia no son parteras de la historia estaríamos desconociendo nuestra propia historia nacional hecha de sucesivos estallidos sociales que rompieron o desbordaron cada vez que ocurrieron los modelos impuestos, modelos que se reproducían a sí mismos intentando perpetuarse, y que abrieron de ese modo espacios para cambios sociales e institucionales. Rodolfo Kusch, cuando habla de América profunda, refiere siempre a un imaginario de magma y a un abismo impensable, horrible y hediondo que oficia como caos creador del inconsciente y de las fuerzas colectivas ligadas a la tierra por lo fundante del pensamiento, por el arraigo, por la tradición y la cultura. Sobre ese magma social y de pensamiento popular se enfría una capa leve de lava sobre la cual ejercemos nuestra precaria racionalidad y nuestras certezas sobre el mundo de los objetos. A veces esa capa es tan fuerte que nos hace olvidar que debajo subyace un abismo y en el escenario en que construimos el propio universo casi nos dejamos convencer sobre la inexistencia de la muerte y la existencia en cambio de un progreso ilimitado. Otras veces la capa leve se fractura y nos caemos en lo hondo, a veces el magma estalla y es preciso reformular ideas y también, el orden social. Después de cada estallido cambian las correlaciones de fuerzas.
Si negamos a la violencia como factor de cambio estaríamos desconociendo, asimismo, la rebelión popular de diciembre de 2001 que no fue sólo un estallido provocado por el hartazgo al abuso del poder y a la corrupción, sino que significó de la misma forma un crecimiento y una rebelión de la ciudadanía que hizo saltar las costuras del modelo político. El magma emergió una vez más por encima de la capa que lo contenía. Sin embargo, los gobiernos surgidos de ese terrible cimbronazo social juegan, conversos y reconvertidos, a los cambios de roles en los que no existe el enemigo o donde se ubica al enemigo donde no lo hay, que es una manera aún más perversa de alimentar la confusión, siendo fieles a las antiguas estrategias de “construir” al enemigo, según convenga. Así, muchos de ellos desde las duras experiencias de los años 70 en que proponían la doctrina sesgada de cuanto peor mejor, se han reciclado a los actuales operadores y funcionarios políticos que avalan el modelo establecido a la vez que sobreactúan respecto a sus viejos aliados del grupo Clarín y de la Mesa de Enlace. Este modelo que pareciera intocable para nuestra clase política, tanto gubernamental como opositora, es también, el modelo neoliberal impuesto por la dictadura y por el menemismo, en el que el grueso de las cadenas de la producción, de la comercialización y de las exportaciones, pertenecen al dominio de las grandes empresas transnacionales. Es ése el núcleo duro, innegociable, del modelo que llamamos del agronegocio. En buena medida gracias a las luchas de cierta izquierda urbana que mostró el camino de atenuar la injusta distribución de la riqueza sin plantearse el romper con la dependencia colonial a las corporaciones, se han añadido ahora intensas políticas sociales, políticas para la pobreza, planes clientelares y ayuda para microemprendimientos financiados todos por nuevos préstamos que son diseñados por los bancos y que resultan absolutamente funcionales al país de la sojización, la desterritorialización y el desempleo. No se trata, en este caso, de resolver el tema de la pobreza y del hambre, sino de perpetuarla a la vez que de contenerla para evitar nuevos estallidos. Centenares de cuadros de la izquierda progresista aportan su creatividad a esta tarea de mero reciclaje y maquillaje del modelo y de sus consecuencias, y sorprendentemente, lo hacen con pretendido ánimo optimista de lograr modificar la iniquidad institucionalizada.
La implantación del modelo de la republiqueta sojera y las nuevas reconfiguraciones
La etapa de instalación del modelo de la Argentina forrajera, duró poco más de 10 años y concluye con la llamada crisis del campo en que una reconfiguración y una reconversión acelerada vuelca en los cortes de ruta a los más desfavorecidos, mientras otros sectores multiplican sus ganancias con las ventas anticipadas, mediante el chantaje a la masa de productores en negro o aprovechando los puertos privados y el respaldo de los exportadores, para extenderse con la compra de tierras por todo el Cono Sur. O sea que, cuando el anterior modelo aparece instalado y consolidado, al menos en la zona núcleo, es decir en la parte más importante de las tierras agrícolas argentinas, el proceso tiende a reconfigurarse de manera aún más y más compleja. La nueva etapa implicaría la producción masiva de agrocombustibles además de forrajes, y comprende la extensión de la frontera agropecuaria, es decir, la extensión de la línea de agriculturización al interior y a suelos cada vez más frágiles, también hacia los países hermanos de América del Sur. Ello conlleva la disputa violenta por la tierra con los pequeños productores, con los campesinos y pastores, así como la desaparición de los bosques, a veces con incendios terribles e incontrolados que arrasan los paisajes, y el reemplazo masivo de otras producciones por los nuevos monocultivos. De esta manera, la apicultura desapareció o se exilió en los confines, en las islas o en la precordillera. La ganadería se vio forzada a desarrollarse cada vez más en corrales de engorde, ahora desde la recría misma del ternero. La carne alimentada en encierro, con balanceados de maíz y de soja, cuando no con camas de criaderos de pollos y ponedoras, con hormonas y antibióticos, no sólo tiene otro gusto, sino que acrecienta los problemas de salud del argentino medio. Los alimentos, además de perder calidad se encarecen debido a la suba del precio de la tierra, y la provisión de hortalizas y verduras a las concentraciones urbanas queda prácticamente sujeta a la mano de obra semiesclava de los países limítrofes, en las periferias hortícolas de las grandes ciudades.
Actualmente, enormes plantas de producción de biocombustibles se levantan en los puertos del litoral, y las asociaciones empresarias y también; lamentablemente, muchos de los funcionarios y técnicos del Estado nos adelantan con expectativas de que la Argentina reúne todas las condiciones para convertirse en un referente de la producción de biodiéseles a nivel mundial y que cuadriplicará su actual producción en los próximos meses. Por lo demás, las corporaciones cuentan con la legislación necesaria para hacerlo, me refiero a la Ley de Promoción de la Producción de Biocombustibles, que en su momento se denominara como Ley Monsanto, y que los senadores votaron a mano alzada y por unanimidad, y esto implica la rebaja sustancial de las retenciones a los aceites reelaborados. También cuentan con el respaldo total de un sistema educativo y académico que ha convertido las universidades en instituciones prestadoras de servicio de las corporaciones, y la explosión en Río Cuarto y la muerte de profesores y estudiantes en el laboratorio de esa casa de estudios, es clara muestra de ello: estaban tratando de descontaminar de solventes los residuos del biodiésel para poder hacerlos útiles a la producción de balanceados para la alimentación animal. El modelo sufre de una extrema racionalidad y no puede malgastar recursos. La agricultura industrial de producción de commodities, con una mínima mano de obra, produce en los grandes molinos: harinas, lecitina, tortas prensadas y en especial aceites que ahora se trata de convertir en biodiéseles. En el caso del maíz y de la caña, en cambio, se puede producir etanol con las biomasas respectivas. En ambas situaciones quedan residuos, que serán cuantiosos según se calcula y que las empresas se proponen recuperar y hacer útiles en las nuevas producciones industriales de carnes que se planifican y extienden por el territorio, tales como los grandes “hoteles” para engorde tanto de vacunos como de pollos, o como la empresa Avex que, justamente goza en la zona de Río Cuarto de una legislación hecha a su medida, y es capaz de faenar 120 mil pollos por día. Las plantas para alimentar motores con nuestra agricultura, los nuevos megatambos de la agroindustria con 4.000 vacas en ordeñe, los nuevos inmensos criaderos de carne tercerizada, el dominio hegemónico del modelo por parte de grandes feedloteros, frigoríficos y supermercadistas, son pensados y planificados en ámbitos académicos, en la universidad, en el INTA y en el CONICET, donde fluyen como ríos de dinero los subsidios y las financiaciones para estos estudios e investigaciones, que hacen a las necesidades del nuevo modelo corporativo del agrocombustible, modelo que no es sino la fase avanzada del antiguo modelo de los agronegocios que se instalara en los años 90, y que ahora, en esta nueva etapa, se propone la producción de combustibles y de carnes en forma industrial, y su expansión política y tecnológica al resto de América Latina.
Estamos, entonces, en un momento de transición hacia lo que Gustavo Grobocopatel, el más grande sojero de la Argentina, llama la Sociedad del Conocimiento. Estamos, en un momento de equilibrios inestables en la medida en que se están implantando políticas, procesos e inversiones para un muy largo período y en los marcos de reordenamientos globales en que la Argentina tiende a cumplir roles anticipatorios de país mediador, para llegar con estos modelos a otros pueblos hermanos. Sin embargo, esos equilibrios inestables que dibujan un tiempo de cambios, tienen el enorme respaldo de los sostenidos y crecientes precios de las commodities en los mercados internacionales, y eso ayuda a proporcionar una imagen de estabilidad y de firmeza que, en verdad, no existe. Como casi todo lo que tiene que ver con la globalización, este modelo argentino tiene mucho de frágil, de volátil, de efímero, de aleatorio y de simulacro. Demasiadas cosas fundamentales que sostienen al modelo dependen de contingencias que nos son absolutamente ajenas y que escapan a la voluntad de los gerentes y de los funcionarios. Sin embargo, la permanencia y la profundización del modelo biotecnológico y de producción de agrocombustibles, no tiene su mayor base de firmeza en los precios. Lamentablemente, esa sostenibilidad social se la proporciona al modelo un paradigma ideológico que se ha impuesto en gran parte del común y del que son prisioneros la mayoría de los dirigentes, y no me refiero tan sólo a las dirigencias políticas, que en esto son las últimas que deciden. Me refiero a la dirigencia científica, universitaria, docente, empresarial, periodística, barrial y hasta religiosa.
La Biblioteca Nacional: el jardín de los senderos que se bifurcan
La búsqueda por parte de ciertos intelectuales del sujeto revolucionario es un viejo gesto de la izquierda que suele no atender suficientemente las actuales complejidades y crecientes perversiones del modelo. Las zonas de extrema pobreza, marginalidad y desocupación son también zonas donde el capitalismo globalizado explora nuevos modos de manipulación y de clientelismo, donde los multimedios oligopólicos hacen estragos sobre la idea de sí mismos de los excluidos y donde se descarga todo el peso político asociado de las bandas de narcos, de las policías de gatillo fácil y de los punteros políticos. Resulta al menos arriesgado imaginar que de esas zonas pueda surgir el nuevo sujeto emancipatorio, aunque no es esa la discusión que nos planteamos, ya que pertenece al campo de la investigación posible, sino la falta de rigor y hasta de escrúpulos de una izquierda y de unos intelectuales supuestamente nac and pop, que por momentos parecieran haber extraviado todo sentido de la realidad. Las actuales polémicas en torno al glifosato y a las políticas de la Corporación Monsanto, justamente, han colaborado en poner en evidencia ese modelo criminal de agricultura que durante años se negaron a ver. Un modelo de agricultura que despobló el campo, enfermó a las poblaciones, empobreció los suelos, modificó la cultura y los patrimonios de los argentinos y nos convirtió en una republiqueta sojera. Si ahora algunas denuncias y debates parecen consentidos, no sólo es consecuencia de la presión de tanta lucha, sino también de a qué sirven a confrontaciones políticas menores. Asimismo, tiene relación con que nuevas tecnologías, modelos productivos y mercados calificados se van implementando por parte de las grandes empresas. El glifosato no sólo está cuestionado en la Argentina, también en diversas partes del mundo se alzan voces similares que nos recuerdan las investigaciones olvidadas durante años, que comprobaban sus terribles efectos sobre la salud de las poblaciones. Las empresas del agronegocio, sin embargo, saben mejor que nadie acerca de sus propios crímenes y ya tienen planeadas soluciones para reforzar o renovar sus herbicidas cuestionados, nuevas semillas transgénicas resistentes a las nuevas formulaciones que se preparan para salir a los mercados, nuevos negocios que demorarán probablemente muchos otros años para que logremos, como ahora, probar su intrínseca capacidad de contaminar, de enfermar, de difundir la muerte. Pretenden burlarse, tal como hicieran en el año 1996, cuando se aprobaron en la Argentina los primeros OGM (organismos genéticamente modificados); del principio precautorio y en un futuro probable, volveremos a descubrir que los venenos no son inocuos, cuando como ahora, las víctimas sean incontables…

Entramos en una etapa de posglobalización en que el país laboratorio hace nuevamente punta…

A esas empresas les preocupa en medio de la actual debacle internacional, crear nuevos estímulos para la formulación de las relaciones financieras y de los mercados globales. Es por ello que están implementando los mercados calificados, con mesas redondas en que agrupan a víctimas y victimarios, a socios y a cómplices de las corporaciones, y en esos espacios ensayan los discursos y los protocolos que establecerán las nuevas certificaciones de la soja y de otros paquetes bio y nanotecnológicos que se encuentran en experimentación. Las corporaciones planean, con las normativas internacionales para las sojas y los biocombustibles, que pretenden ahora certificar como responsables, conseguir entrar en el rentable mercado de los bonos de carbono que se decidirán en el próximo mes de diciembre en la reunión de Copenhague y que lucran con los cambios climáticos. Suponen también que, de esa manera, mejorarán su imagen en relación a los consumidores, a la vez que dinamizarán los mercados globales. De allí la renovada presión sobre el Vaticano, a través de la Academia Pontificia de Ciencias, para que acepte la propuesta corporativa de que los transgénicos podrían resolver el hambre en el mundo, operatoria en que nuestro país participó a mediados de este año 2009 mediante la presencia del presidente de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), el biólogo Moisés Burachik. Los estrategas de las corporaciones se anticipan a las nuevas resistencias, preconcibiendo los campos de confrontación y los límites en que se dirimirán las batallas del mañana.
Una vez más, pretenden implicarnos en el gran juego de poder de los que dominan el planeta. Nuestro deber es continuar buscando caminos de emancipación. Las denuncias como la del doctor Andrés Carrasco, del CONICET, y otras muchas, corroboran todas aquellas que se han presentando en los últimos años respecto de los impactos de los tóxicos liberados al ambiente, y exigirían que el gobierno asuma medidas al respecto. Deberían ser anuladas y revisadas las medidas administrativas que dieron lugar a la aprobación del glifosato, del 2.4D, del endosulfan, del paraquat, así como de otros muchos tóxicos de uso habitual en el actual modelo productivo de la sojización. Se debería también verificar la enorme responsabilidad de los organismos del Estado en la aprobación ligera de los informes con que las empresas acompañaron las solicitudes de aprobación de esos tóxicos y la probable catarata de juicios indemnizatorios al Estado que los numerosísimos afectados entablarán en demanda de justicia. Se debería intervenir el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) y a la CONABIA. Los pronunciamientos del doctor Carrasco no solamente dan crédito a los cuestionamientos y verificaciones realizadas pordiversas instituciones contra el glifosato, sino que, tanto sus propias declaraciones como la respuesta del ministro de Ciencia y Tecnología, doctor Lino Barañao, a favor de la Soja RR y de sus paquetes agrotóxicos, nos conducen a un debate sobre las ciencias, un debate ausente en nuestro país. Nos consta que gran parte de las universidades, tanto como las instituciones de ciencia y tecnología, por ejemplo el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), dependen de contratos con las empresas corporativas, que esas empresas determinan las líneas de investigación y que nuestras instituciones les forman los cuadros que ellas necesitan. La falta de decoro es tan grande que sus propios responsables lo confiesan públicamente. Esta situación configura un nuevo modelo de colonialismo corporativo que se denomina el Poder del Conocimiento.

Antes el Foro de los 100 Millones, luego las Mesas de Concertación de los Agronegocios con los Ambientalistas, ahora la Soja Responsable…
Las transnacionales necesitan que legitimemos sus modelos, necesitan también que interioricemos el neocolonialismo, que lo asumamos como un añadido a nuestra identidad, en el nuevo orden neocolonial... Cuando en plena ofensiva de las empresas transnacionales aceptamos, tal como lo hacen algunas organizaciones ambientalistas, sentarnos a discutir con ellas, en realidad damos por supuesto que podemos o que tenemos capacidad de negociar, lo cual entraña la certeza de disponer del poder suficiente para ello. O acaso no, y simplemente y sin inocencia, aceptamos y reconocemos la propia derrota de las luchas llevadas en tiempos anteriores... De hecho estaremos aceptando y sumándonos resignados a la estrategia de esas empresas con la esperanza de poder negociar algunos límites a sus ofensivas, acotar el daño que consideramos inevitable, etc. Ahora bien, hagamos el esfuerzo de tratar de verlo desde la perspectiva no ya de los derrotistas y negociadores, sino desde la perspectiva de las propias empresas y desde la necesidad de preservar sus estrategias de mercadeo global. Ellas mismas por boca de la Fundación Vida Silvestre (FVS), copada en su momento por altos empresarios de la empresa Pionner y de los agronegocios, lo expresaban con claridad en la propia convocatoria al Foro por los 100 Millones de granos de exportación que hicieran a finales del año 2003. Necesitaban de los ambientalistas y de ciertas ONGs, decían, para evitar las posibles crisis sociales o colapsos ambientales que podría provocar el aumento de millones de nuevas hectáreas de soja a los monocultivos de aquel entonces. Lograron sumar a organizaciones como FARN, Greenpeace, FUNDAPAZ y Aves Argentinas que, fueron sus mejores interlocutores con la sociedad civil. Fue un justificado orgullo para las empresas de agronegocios semejantes éxitos de cooptación que, seguramente, los hicieron ilusionar con la posibilidad de poder quebrar la voluntad de resistencia de nuestro pueblo frente a los avances del modelo de agroexportación.
Que Greenpeace se sentara reiteradamente a negociar con los agronegocios expresó un respaldo decisivo al modelo de la producción de soja y además un respaldo a la voluntad de los agronegocios de profundizar ese modelo hasta el horizonte de los 100 millones de toneladas de granos de producción, horizonte que actualmente hemos alcanzado, con un sacrificio terrible de la población y del territorio. Esa connivencia con las empresas fue más grave todavía porque Greenpeace no detuvo su campaña a favor de los bosques y en respaldo a la Ley de Bosques durante todo el año 2008. Ley de Bosques que, por lo demás, no hizo sino acelerar la deforestación, en la medida en que las provincias actúan como el zorro a cargo del gallinero y en espera de la reglamentación de la Ley emitieron más permisos de tala que nunca antes. Actualmente, son las provincias las que han decidido sobre cómo colorear las zonas según indica la Ley: muy poco en rojo que, generalmente, no es más que las zonas actuales de parques nacionales, en verde y amarillo aquellas que se disponen a diversas formas de explotación, siempre bajo la norma de que cada barón de provincias hace de los bienes comunes su principal fuente de poder. Mientras, tanto Greenpeace como otras ONGs ambientalistas, continúan concitando voluntades y esperanzas en la opinión pública, esperanzas traicionadas vilmente desde su mismo nacimiento, ya que la previa adhesión al modelo transforma la lucha por la preservación de los bosques en un mero divertimento.
Con la Mesa Redonda de la Soja Sustentable en el Hotel Bourbon, en Foz de Iguazú convocada por la WWF, el gobernador Maggi de Mato Grosso y Unilever, durante el mes de marzo del año 2005, comenzó otra etapa en la dependencia a insumos y en el neocolonialismo del modelo. Se trataría ahora de consolidar el llamado MERCOSUR de la Soja, y la etapa refiere a una profundización del status de republiqueta sojera que nos fuera fijado en los años 90. Es necesario, aclarar que en esta etapa no sólo se nos propone añadir nuevos territorios más allá de las fronteras nacionales a las extensiones asignadas a los monocultivos, tal como se produjo masivamente durante la crisis del campo, o se nos impone una planificación del territorio y del porvenir de los argentinos realizada desde las empresas y en reemplazo del Estado ausente, sino que se nos enfrenta a una complejización del modelo y a una incorporación de nuevos actores que lo fortalezcan y legitimen.
Las corporaciones, ahora en alianza con las grandes ONGs, trataban en esa etapa, de avanzar de ese modo sobre la resistencia de los consumidores europeos con nuevos mercados certificados que se protocolizan en el gran Encuentro de la Soja Responsable de Campinas, Brasil, en mayo de este año 2009, mercados que expresan cambios superficiales, a la vez que consiguen incorporar nuevos productores y buscan engañar al conjunto tanto como mantener el esquema de dominación. El logro de sumar a muchas de esas grandes ONGs europeas y locales a las mesas de consenso y la incorporación de consultoras prestigiadas permiten a las empresas abrir amplios abanicos de alternativas sobre diagnósticos básicamente correctos y que describen situaciones sumamente críticas e igualmente insoportables para la conciencia del consumidor europeo. Entre las opciones se ofrecen, tal como lo hace la WWF del osito Panda, rotaciones de soja y ganadería para preservar suelos e imaginar ilusorios modelos de sustentabilidad. Esta propuesta olvida la concentración en el uso del suelo en la Argentina y el masivo levantamiento de alambrados, torres de molino, bebederos e infraestuctura rural, así como la ausencia de población en el campo, que permita volver a lo que fuera la rotación tradicional en las prácticas agrarias en la Argentina. Sin embargo, creemos que la propuesta debe ser leída desde la crisis suscitada por los problemas ambientales en Europa, problemas que son la consecuencia de la enorme concentración de corrales de engorde en las cercanías de los puertos en donde desembarca el grano que exportamos y la búsqueda por parte de las empresas de una superior racionalidad de la producción que les permita evitar los actuales impactos, trasladando la cría en engorde a los propios países productores de forraje.
No puede haber soja «responsable» con monocultivos y transgénicos
Una declaración de numerosas organizaciones ecologistas y altermundistas decía a propósito de esa Mesa Redonda de Soja Responsable en mayo de este año:
El Amazonas, el Cerrado, el Chaco y otras regiones, están bajo la amenaza inmediata de una constelación de prácticas agrícolas perjudiciales y de impactos sociales, para lo cual el cultivo de soja es un factor central. Los principios y los criterios del RTRS la Mesa Redonda de Soja Responsable, no son suficientes para enfrentar estas cuestiones con eficacia. A menos que estas crisis inminentes se traten de inmediato, lo cual no se podrá realizar sin una certificación voluntaria, estas regiones pasarán de ser tierras de labranza a ser páramos, y los pequeños propietarios e indígenas de Brasil, Argentina, Paraguay y de otros lugares se verán desplazados y se convertirán en los nuevos pobres urbanos.
Al proporcionar una coartada de “sostenibilidad” a un sistema de producción inherentemente insostenible, la RTRS es un obstáculo para el progreso. Pedimos a los gobiernos, sociedad civil y empresas que se enfrenten a los problemas reales (por ejemplo, el consumismo desmesurado o la distribución desigual de recursos tales como la tierra y el agua) y que promuevan soluciones reales como:
- Dejar de producir productos MG y la soja intensiva no MG en favor de prácticas agrícolas compatibles con la naturaleza y no contrarias a ella, como por ejemplo la agricultura orgánica y las prácticas de cultivo integradas;
- Ejecutar reformas agrarias en países productivos, que se dirigirán a las propiedades agrícolas menos equitativas y a la concentración;
- Sustituir la soja en la alimentación animal por cultivos de proteínas en los países productivos en los países importadores;
- Parar la promoción a gran escala de la producción de biodiésel como solución sostenible;
- Desarrollar un mejor sistema de transportes que reduzca la demanda de energía y fuel;
- Incrementar el apoyo del gobierno a la diversificación de la producción y al fomento de la producción local para los mercados de la zona, para que contribuyan a la seguridad y soberanía alimentarias en los países productores y consumidores.
En los nuevos discursos empresariales hallan su lugar, asimismo, las inversiones en energías renovables y en gestión de residuos sólidos urbanos. La aprobación del Protocolo de Kyoto les abre amplios espacios para implementar nuevos negocios con el cambio climático que la misma industria provocara. En este caso se les ofrece a las empresas el aprovechar uno de los principales instrumentos del Protocolo: los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL). Según los MDL, los países desarrollados se comprometen a apoyar con inversiones la utilización de energías menos contaminantes en los países en vías de desarrollo y con ello iniciarían un gigantesco mercado de créditos de carbono regidos por mecanismos de mercado tales como la oferta y la demanda de certificados de emisiones de gases de efecto invernadero.
Tengamos en cuenta, asimismo, que la propuesta de biodiésel como combustible, que ahora se nos hace llegar tanto desde las empresas como desde el gobierno y desde muchas ONGs ambientalistas, implica siempre un modelo de agricultura no sustentable e improductivo, porque consume más energía que la producida y porque exigirá un mayor productivismo y escala en aquellos lugares en que se desarrolle. Será de ese modo un modelo de agricultura injusta porque concentrará riqueza en pocas manos, y será antiecológica porque al proponerse producción en escala lo hará inevitablemente con abuso de insumos químicos y sin respetar los procesos naturales. Resulta por otra parte hipócrita que un país como la Argentina, que ha entregado graciosamente, y sin una guerra mediante, su petróleo a la empresa española Repsol, ahora nos proponga el biodiésel como combustible y que, con más de seis millones de hambrientos, se continúe insistiendo en usar la agricultura para fines que no son los de producir alimentos. Además, y con el ánimo de preservar una visión general de la crisis planetaria, no podemos desvincular las consecuencias del calentamiento global del uso de la biotecnología y de las semillas provenientes de ingeniería genética. Asimismo, tampoco podemos dejar de vincular el cambio climático y el uso de los transgénicos con un modelo agrícola del cual son la máxima expresión y el resultado. Es decir que se trata no sólo de hacer campaña contra el calentamiento global y contra los transgénicos sino también de enfrentar un modelo de agricultura sin agricultores, un modelo de exportación de insumos que ha vaciado de población rural el campo y que en aras de una agricultura de escala y de una ganadería de fábrica, abandonó el modelo de seguridad alimentaria y también la antigua producción de alimentos de alta calidad, que nos caracterizaba.
Redescubrimiento de la ética empresaria, maquillaje sobre un rostro viejo
La Responsabilidad Social Empresaria (RSE) tiene como concepto aproximadamente unos 10 años de vida, si bien últimamente esta propuesta crece con renovadas fuerzas en cuanto foro internacional o empresarial se realiza en el mundo. Habiendo sido al principio sólo motivadora de acciones aisladas filantrópicas destinadas a la ayuda sobre sectores desfavorecidos, la RSE se transformó pronto en un medio eficaz para añadir valor agregado a las propias producciones o servicios, a la vez que para proponerse nuevos criterios de maximización de ganancias. Dice Adela Cortina en su libro Ética de la empresa: “lo ético es rentable, entre otras cosas, porque reduce los costos de coordinación externos e internos de la empresa: posibilita la identificación con la corporación y una motivación más eficiente”. En los últimos años muchas universidades de administración de empresas incorporaron cursos de ética y establecieron una discusión meramente instrumental, la de colocar a la ética como un instrumento más al servicio de un logro empresarial: el de la maximización de las ganancias. La comprobación de que el grueso de los consumidores considera positiva que una empresa se encuentre comprometida con su entorno inmediato más allá de sus intereses económicos, abrió camino para experimentar también, que buena parte de esos consumidores estarían dispuestos a pagar un plus por productos socialmente responsables. Las empresas descubren de esa manera que cuanto más compromiso social tengan, mayor aceptación lograrán por parte de los consumidores. De allí a la cooptación de los discursos de la sociedad civil sólo faltaba un paso, las empresas comienzan a pensar la RSE en tres grandes líneas estratégicas según los intereses del mercado de consumo: un área de políticas laborales, una de políticas sociales y por último una de políticas ambientales. No sólo descubren las empresas de este modo nuevos incentivos para el mercado, a la vez que nuevos modos de ejercitar la competencia entre ellas, lo que es más importante es que suman a sus arsenales discursos y pensamientos sociales y ambientales, dejando atrás los tradicionales mensajes publicitarios, y enriqueciendo y acomplejando sus estrategias a la vez que asumiendo nuevas responsabilidades que fueran hasta ayer propias del Estado.
Sin embargo, George Soros, uno de los más grandes inversores del mercado financiero internacional, en su libro La crisis del capitalismo, reconoce: “es necesario establecer una distinción entre el hacer las reglas y actuar según esas mismas reglas. La elaboración de las reglas envuelve decisiones colectivas, o políticas. Actuar según las reglas envuelve decisiones individuales o comportamientos de mercado”. La RSE no cuestiona la economía sino las estrategias y los procedimientos empresariales, y en verdad todo debate sobre la ética y la economía sólo cobraría sentido si somos capaces de recuperar la antigua concepción de la economía como economía política, en el sentido que la capacidad y la decisión de modificar las reglas sigue siendo un tema de la política, y asimismo, si somos capaces de reconocer con visión integral que el sistema económico no es más que un subsistema de la sociedad global.
La certificación de nuestra dependencia a insumos se inscribe en el gran laboratorio de los monocultivos y del actual modelo de producción de forrajes
Para comprender cabalmente la actual etapa que se enmarca en la RSE debemos aclarar varios supuestos. Cuando las empresas refieren como en este caso a la agricultura orgánica, están hablando de una agricultura extensiva y de exportación que respeta absolutamente el modelo impuesto por las transnacionales de semillas mejoradas y de producción de agrotóxicos desde los finales de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una agricultura orgánica fuertemente dependiente de insumos, supuestamente no contaminantes, dependiente asimismo de semillas certificadas y de empresas controladoras de la calidad de esa producción orgánica. Debemos recordar también, que se trata de producciones que requieren operaciones especiales de traslado y de embarque, incluyendo puertos no contaminados, que hoy en la Argentina solamente la empresa Cargill tiene a disposición en la zona de Timbúes, sobre el río Paraná. Asimismo, se nos ha manifestado ya que la urgencia de los mercados de productos orgánicos conduce a pensar en las zonas de reciente deforestación como las más apropiadas para esta agricultura, dado que se trata de tierras vírgenes. En caso de intentarse hacer cultivos orgánicos en otras tierras en las que ahora se siembran transgénicos, cualquier empresa certificadora exigiría, el aguardar dos o más años, antes de expedir el sello verde correspondiente. En consecuencia, estamos frente a nuevas amenazas de agresión a nuestros cada vez más escasos bosques.
Desde AVINA y el Foro por los 100 Millones al Partido del maquillaje Verde
Si alguno supuso alguna vez que los Partidos Verdes serían gestados siempre por militantes radicalizados, la Argentina ha demostrado que todo lo contrario también resulta perfectamente factible, al menos en el paradójico mundo de la republiqueta sojera... El respaldo a la iniciativa de constituir Partidos Verdes en la Argentina reúne a una cantidad de dirigentes con sorprendentes historias ambientales, desde relaciones con el Banco Mundial a patrocinios de AVINA, la fundación europea que encubre la penetración de las transnacionales en el mundo de las ONGs, pero en especial reúne a las expresiones locales de las grandes ONGs ambientalistas internacionales. No parece ello un buen comienzo para construir alternativas liberadoras, en especial cuando algunos de esos dirigentes participan públicamente de foros empresariales.
Nuestra Cancillería continúa impulsando las políticas sucias de Estados Unidos en el plano internacional
La Argentina se define en política internacional contra los subsidios que afectan nuestro acceso a los grandes mercados europeos. Pero, lo que no se considera, es que la política de subsidios en Europa se genera a partir del hambre y de una enorme necesidad de seguridad alimentaria en la posguerra, y que esa propuesta fue y sigue siendo absolutamente legítima para los europeos. Sin embargo, es verdad que esas políticas justificadas en su origen, derivaron luego en el respaldo a la industria alimentaria y a muchos modos de favorecer la exportación y un dumping internacional de producciones alimentadas con nuestros propios forrajes y que luego en los mercados internacionales se nos vuelven en contra a precios subsidiados. De todos modos, nuestra política exterior sigue siendo la de estar irracionalmente contra todo subsidio y también contra toda propuesta de seguridad alimentaria, cualesquiera que ellas sean y en cualquier lugar del planeta. Y esa política se mantiene aun al precio terrible de condenar a un tercio de nuestra propia población al hambre, ya que la clase política parece ser tan leal a las reglas de la OMC que para ser consecuente con su discurso internacional se niega a establecer precios sostén para alimentos destinados a la mesa de los argentinos, que podrían aliviar el hambre de los indigentes y evitar una próxima generación de argentinos intelectualmente disminuidos.
El libre comercio y nuestros pobres hambrientos sacrificados ante el altar de la coherencia...
Los enfrentamientos entre países en los mercados globales no refieren así a una discusión sobre el libre comercio, con el cual todos parecen acordar, sino sobre dos modos de ponerlos en práctica, uno con ciertas trampas proteccionistas y el otro absolutamente estricto y que no reconoce excepciones ni guarda piedad por sus propios y pobres hambrientos. Paradójicamente esta última postura en la política internacional pertenece fundamentalmente a países periféricos como la Argentina. Sin embargo, en nuestro país el medio ambiente esta subsidiando el modelo de la soja, permitiendo con absoluta impunidad que se deforesten millones de hectáreas de bosque nativo, que se degraden intensamente las zonas agrícolas tradicionales por los monocultivos y las nuevas tierras añadidas por agriculturización, que se contaminen las cuencas hidráulicas y que se degrade irremisiblemente la biodiversidad. Y todo esto sin contar las innumerables víctimas humanas, en especial niños, como consecuencia de las fumigaciones que impactan sobre los habitantes del campo y en especial sobre los barrios periféricos de todas las ciudades argentinas. Nuestros subsidios a la exportación son: un territorio ambientalmente devastado, por una parte, y la pobreza, el hambre y la indigencia de las poblaciones, por otra.
Pensamos que es legítimo que Europa se preocupe por su seguridad alimentaria y que el Estado proteja a su agricultura, pero consideramos inmoral que los subsidios sean para la exportación y deriven en efectos de dumping perjudiciales para el Tercer Mundo. También consideramos que Europa debería modificar la libre tasa de forrajes que Estados Unidos estableció y se reservó a partir del Plan Marshall, libre tasa que posibilita hoy nuestra conversión en republiqueta sojera; y consideramos además que cada país debería hacer su propio forraje, para de esa manera alcanzar producciones cárnicas equilibradas a las propias posibilidades. Nuestra propuesta se resume en que no necesitamos que nos ayuden, que nos basta con que nos saquen las manos de encima...
Reflexiones sobre la liberación nacional y la necesidad de recuperar un proyecto de país
La izquierda ha interpretado tradicionalmente a los procesos de liberación nacional como etapas propias de los países periféricos o subdesarrollados, en las que debían resolverse problemas pendientes tanto económicos como sociales, para poder plantearse luego la posibilidad del socialismo. En esa visión se median en buena medida nuestros desarrollos según el espejo europeo y se consideraba la necesidad de generar un sujeto revolucionario que solamente producían los procesos industriales, para poder proponerse luego la construcción del socialismo y tal como se pensaba poéticamente tomar el cielo por asalto... En realidad, no fue esa visión, en cambio, la que tuvieron todos aquellos que impulsaron los heroicos procesos de liberación nacional de la última mitad del siglo XX en numerosos países coloniales y semicoloniales. Ellos imaginaron modos de luchar que les posibilitaba la recuperación plena de lo humano que les había sido expropiado por el colonizador. Fanon, uno de los más grandes teóricos de la violencia política, dijo refiriendo al caso argelino: cuando un colonizado mata a un colono, muere un hombre pero otro nace, o sea que según Fanon la extrema pérdida de humanidad del colonizado requería la muerte del colonizador para poder recuperar en ese acto de exacerbada afirmación, su propia humanidad... una condición de hombre que había extraviado en el penoso proceso de su sometimiento y en la pérdida de la cultura y de la existencia de la Nación, que había significado para él, el terrible proceso de la colonización.
Recobrar la propia identidad, generar un Proyecto Nacional y pensar otro modelo de país
Aquellas heroicas luchas revolucionarias del siglo anterior pueden equipararse a las tareas semejantes que se nos imponen en nuestro siglo XXI. La recuperación de lo humano por parte del colonizado es siempre, y tanto en Fanon como en otros autores, la recuperación de la propia identidad, y ello sigue siendo una tarea pendiente. Junto a la afirmación orgullosa de esa identidad necesaria, falta la proclamación del hecho cultural de existir en la otredad aún no reconocida de ser diverso y único, y de estar arraigado tanto en un suelo dado, cuanto en una historia que nos provee un modo de saber quiénes somos, como para saber también de dónde venimos y por lo tanto poder determinar adónde queremos llegar... Son situaciones equiparables y que además continúan estando pendientes. Hoy en democracia y distantes de aquellas épocas marcadas por los paradigmas de la vanguardia y de la lucha armada, nos planteamos la necesidad de reconocer en las nuevas luchas libertarias y asamblearias, que se proponen desde la gente misma, medios para procurar pequeños aunque importantes objetivos de remediación de la conciencia, de la autoestima y en especial de la búsqueda de la identidad.
Nuestra clase política hace mucho tiempo que ha dejado de tener el oído pegado a los rumores de esa caldera que es la Argentina profunda. Como estamento político no dirigencial, en la medida que no asume la tarea de conducir la Nación, es una mera suma de fracasos personales, de vidas políticas recicladas, de identidades fracturadas, de interminables luchas intestinas y de miradas sin grandeza. Si la identidad se sustenta en la comprensión de la propia historia nacional, es ella, nuestra clase política, la menos indicada para exhibir hoy una impronta que no podría asumir sin avergonzarse... Para peor, la corrupción inherente a su prolongada permanencia en el poder a lo largo de más de 20 años de democracia, ha creado una crisis de representación de difícil retorno. En la realidad, el modelo de representación, que no es democrático, pareciera haber capturado al modelo de la democracia. El Estado o al menos lo que resta del Estado, resulta botín de guerra del modelo de representación. Seguimos esclavos de un proceso que sólo puede ser modificado mediante fuertes estallidos sociales.
Salir de los entrampamientos no será tarea fácil, quizá convenga reconocer que estamos apenas en etapas de preparación, en etapas de crecimiento y de conflicto. Que el tiempo de la coagulación de tanto esfuerzo aislado en un pensamiento nacional hegemónico aún no ha llegado.... Será tal vez el resultado de hechos imprevisibles, fruto de otras tantas crisis como las que hemos vivido y sufrido en los últimos años. Será entonces, y siempre, un punto de atracción y de maduración del pensamiento que permitirá recobrar los legados de la historia; será siempre el fruto de las luchas y de los esfuerzos inabarcables del conjunto de los hijos de esta tierra.

Revista Herramienta Nº 42

Socialismo o barbarie”: las nuevas dimensiones de una alternativa

Chesnais, François

En el sitio web de Contretemps puede leerse un capítulo del último libro publicado por Isabelle Stengers: Au temps des catastrophes. Résister à la barbarie qui vient [“En tiempo de catástrofes. Resistir la barbarie que se aproxima”].[1] Pasados más de dos meses de subido, ese capítulo (de lectura libre) no había merecido comentarios, ni había recibido muchas visitas. En general, el libro parece haber provocado pocos artículos polemizando con las posiciones expuestas y, hasta donde yo sepa, ninguno proveniente de los anticapitalistas. Sin embargo, el libro se dirige a ellos, diría que en primer lugar. La escasa reacción parecería confirmar el temor manifestado por la autora. Ella anticipa que frente a la amenaza climática “se proponen llamados a la Unión Sagrada” por el capital bajo las imágenes de “el Empresario”, “el Estado” y “la Ciencia”, con “las acusaciones de traición que automáticamente acompañan esas convocatorias”. Pero lo que más teme Isabelle Stengers es

Que esto sólo incite a quienes resisten a constatar de labios para afuera que el calentamiento es efectivamente un “problema nuevo”, constatación inmediatamente seguida de la demostración de que ese problema, como todos los demás, debe ser cargado en la cuenta del capitalismo y luego por la conclusión de que lo importante es mantener el rumbo, sin dejarse confundir por una verdad que no debe perturbar las perspectivas de lucha.[2]

Sería efectivamente desastroso que la crisis por el cambio climático y sus implicaciones tengan tal gravedad que los habituales lectores de estos temas vacilen en sacar las debidas conclusiones o se callen después de la lectura. Porque puede haber discrepancias, como más adelante se verá, sobre algunas propuestas de Isabelle Stengers a nivel de la acción política en general. Pero en tal caso hay que expresarlas, para que sea posible iniciar un debate.

En septiembre de 2008 sostuve, primero en una exposición en Buenos Aires y luego en la revista Inprecor, que

En mi opinión, en esta nueva etapa, la crisis va a desenvolverse de tal modo que las primeras y realmente brutales manifestaciones de la crisis climática mundial que hemos visto van a combinarse con la crisis del capital en cuanto tal. Entramos en una fase que plantea realmente una crisis de la humanidad, dentro de complejas relaciones en las que están también los acontecimientos bélicos, pero lo más importantes es que, incluso excluyendo el estallido de una guerra de gran amplitud que en el presente solo podría ser una guerra atómica, estamos enfrentados a un nuevo tipo de crisis, a una combinación de esta crisis económica que se ha iniciado con una situación en la cual la naturaleza, tratada brutalmente y golpeada por el hombre en el marco del capitalismo, reacciona ahora de forma brutal. Esto es algo casi excluido de nuestras discusiones, pero que va a imponerse como un hecho central.[3]

En aquella ocasión no había destacado las palabras que ahora pongo en negrita. El libro de Isabelle Stengers me lo permite. Yo abordé las cuestiones ecológicas como un lector de Marx que desde hace mucho presta especial atención a lo que en su obra puede ayudar a comprender la acumulación o más exactamente la expropiación primitiva, el carácter de clase de las tecnologías producidas en el marco capitalista y todo lo que en El capital anuncia el proceso de transformación de las “fuerzas productivas” en “fuerzas destructivas”. Isabelle Stengers asumió como uno de sus principales objetos de estudio a la investigación y la ciencia. Y con esa autoridad pudo darle nombre a esa “reacción brutal de la naturaleza maltratada”. Ese nombre es “intrusión de Gaia”. Después de leer su libro, me siento menos solo ante esta cuestión. También compruebo que la idea de esta intrusión atemoriza. “Gaia” obliga a reconsiderar las razones fundantes del compromiso revolucionario (terminado el “futuro luminoso”). Junto con otros elementos, sus posiciones modifican profundamente la visión de lo que es “hacer política”.

Aceptar que se complique una lucha ya muy difícil

Isabelle Stengers se reivindica de Rosa Luxemburgo y su grito “socialismo o barbarie”, que ha inspirado parcialmente el titulo del libro. En una entrevista[4] explica bien lo que se juega en torno a las palabras:

Qué palabras cedemos al adversario, qué palabras consideramos que han sido radicalmente deshonradas y qué palabra sin embargo es preciso mantener viva, aunque haya sido deshonrada. Si abandonáramos todas las palabras que fueron deshonradas, nos quedaríamos sin palabras. Por lo tanto “barbarie” es un término que quiero conservar, porque pienso que la alternativa socialismo o barbarie, ha pasado a ser hoy más concreta que hace un siglo.

Stengers declara sin ambigüedad desde donde habla. Desde el lado de “aquellos y aquellas que se quieren herederos de una historia de luchas libradas contra el estado de guerra perpetua que impone el capitalismo”. La cuestión es, dice, “cómo ser heredero hoy de esta historia que me hace escribir”.[5] Isabelle Stengers es, con Jean-Pierre Dupuy,[6] una de las pocas filósofas francófonas que puso en el centro de su reflexión las cuestiones ecológicas y en primer lugar las del cambio climático. Pero a diferencia de Dupuy, que proviene del liberalismo, ella no es una teórica de la catástrofe, sino del combate contra una nueva dimensión de la barbarie.

¡Otro mundo es posible! Este grito, realmente, no perdió nada de actualidad. Porque aquello contra lo que se lanzó, el capitalismo –el de Marx, por supuesto, no el de los economistas norteamericanos– se dispone desde ya a elucubrar sus propias respuestas que nos conducen directamente a la barbarie. Quiere decir que la lucha asume una urgencia inédita, pero que aquellos y aquellas comprometidos en esta lucha deben también afrontar otra prueba realmente suplementaria.[7]

Isabelle Stengers quiere entonces contribuir a producir, y lo más rápido que sea posible, una ruptura radical en el pensamiento emancipatorio. Una ruptura hecha indispensable por el ingresó de la humanidad en un nuevo período de la historia de la barbarie capitalista, el de las catástrofes ecológicas y de sus consecuencias en términos de clases, iluminados a pleno cuando el huracán Katrina arrasó Nueva Orleans. Dice que su libro está dirigido a “aquellos que nunca estuvieron sometidos a las evidencias del primer período de esta historia y para los cuales esta producción de explotación, de guerras, de desigualdades sociales cada vez mayores, define ya la barbarie”.[8] Estos militantes y resistentes deben desde ahora agregar las amenazas específicas de barbarie que nacen del hecho de que las distintas manifestaciones resultantes del cambio climático, todas igualmente graves en términos sociales, van a producirse en un contexto marcado, de punta a punta, por las relaciones de clase capitalistas. “Nada es mas difícil –nos dice- que aceptar la necesidad de complicar una lucha ya tan incierta, viéndoselas con un adversario capaz de aprovecharse de cualquier buena intención ingenua”. Ella quiere “hacer sentir que sería sin embargo desastroso rechazar esta necesidad”.

La “verdad que perturba”

El primer informe del Grupo de Expertos Intergubernamental sobre el Cambio Clímático (GIEC) es de 1990. Establecía una primera constatación seria y presentaba previsiones que fueron haciéndose mas precisas con cada nuevo informe. Y cada vez que les hechos vinieron a “desmentir” esas previsiones, lo hicieron indicando la aceleración de los procesos que marcan el calentamiento, sobre todo el derretimiento de los glaciares africanos y andinos y de la banquina Ártica y Antártica. En el curso de los últimos años fue preciso, dice Stengers,

rendirse ante la evidencia: lo que había sido considerado una posibilidad, la modificación global del clima, había comenzado claramente. La controversia entre científicos está cerrada, lo que no significa que los contradictores hayan desaparecido, sino que nadie se ocupa de ellos sino como casos a interpretar por complicidades con el lobby petrolero o peculiaridades psicosociales […] Se admite que el calentamiento podría acarrear una disminución de las capacidades de absorción del gas emitido por los océanos o las selvas tropicales, es uno de los temibles bucles de retroacción positiva escenificados en los modelos y cuya activación debía ser evitada porque aceleraría y amplificaría el calentamiento. Parece que esto ya está ocurriendo.[9]

Subraya que estamos en una situación excepcional en la cual los investigadores del GIEC, los

climatólogos, glaciólogos, químicos y otros [los investigadores del GIEC ] hicieron su trabajo y lograron además hacer sonar la alarma a pesar de todos los intentos de silenciamiento, imponiendo una “verdad que perturba”, a despecho de las acusaciones que se les hizo: de haber mezclado ciencia con política; o sino de estar celosos del éxito de otros colegas que con sus trabajos contribuían a cambiar el mundo en tanto ellos se limitaban a describirlo; que presentaban como “probado” lo que sólo es hipotético. Supieron resistir porque sabían que el tiempo importa.[10]

Veamos más de cerca lo que Isabelle Stengers llama “la verdad que perturba”. Esta verdad es que “nosotros debemos vérnosla ya no solamente con una naturaleza ‘a proteger’ contra los destrozos causados por los humanos, sino también con una naturaleza capaz, como mínimo, de perturbar nuestros saberes y nuestras vidas”. Esta verdad es muy perturbadora, no solamente para los partidos “verdes”, sino también para lo que llamo “ecologistas revolucionarios”. Los verdes siguen estando por el mejoramiento de la protección a los ecosistemas y la ecosfera, y en su abrumadora mayoría están dispuestos a conformarse con poco. Ven la salvación en el “capitalismo verde” y procuran aliarse con él.[11] Los ecologistas revolucionarios se dan sobre todo como objetivo, la reparación después de la victoria del socialismo del máximo posible de daños legados por el capitalismo, seguido del establecimiento de relaciones de gestión muy prudentes con la naturaleza, retomando un enfoque necesariamente planetario, el “tener cuidado” de que habla Stengers, que fue destruido por la sumatoria del “desarrollo” y del “crecimiento”. Cuando se desembarazan de formulaciones que tienden puentes hacia el reformismo ecológico, los “ecosocialistas” tienen estos objetivos de reparación de daños y gestión respetuosa de los ecosistemas.[12]

Y esto es todo. Hace pocos meses, yo mismo formulé una variante de esta posición. Puse el acento en las pistas propuestas por Marx cuando, en los últimos capítulos de El capital, asigna a “el hombre socializado, los productores asociados” la perspectiva de que

regulen racionalmente este su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana.[13]

De igual manera, dirigiéndome a los militantes del Nuevo Partido Anticapitalista, defendí con mucho optimismo la idea de que

solamente los productores asociados, de muchos países y en definitiva de todo el planeta, podrán decidir en forma conjunta, a través de la discusión y la negociación, el grado de división del trabajo entre ellos que parece necesario a nivel internacional, así como la planificación de la utilización de los recursos naturales escasos en función de las necesidades prioritarias”.[14]

Y en el mismo camino fui más lejos aún en un texto presentado en la reunión nacional de la Comisión de Ecología del NPA, en diciembre del 2008:

la protección de la naturaleza contra la mercantilización capitalista es inseparable del hombre en tanto parte de la naturaleza. Dicho otra manera, toda política que asuma la cuestión ecológica deberá combatir también la alienación –la alienación mercantil, pero también la alienación en el trabajo– y esto con verdadera eficacia, y no como esas campañas en “defensa del empleo” donde vemos a los sindicatos aliados a los empleadores en torno a cuestiones como las normas en materia de polución. De lo que se trata es de actuar de tal manera que el individuo “individual”, creación del capitalismo, escindido en productor y consumidor y privado de toda instancia que pueda ayudarlo a comprender las principales determinaciones de su experiencia social, pueda devenir un productor asociado, en condiciones de administrar sus relaciones con el medio natural según una racionalidad colectiva. El socialismo, así redefinido, es la palabra que debemos reaprender a defender.[15]

Lo que no es falso, pero no es realmente coherente con la idea de “una situación en la cual la naturaleza, tratada brutalmente y golpeada por el hombre en el marco del capitalismo, reacciona ahora de forma brutal” que había propuesto poco antes, influenciado seguramente por el hecho de estar en América Latina y ver entonces al mundo “desde otro lado”. De allí mi recoocimiento a Isabelle Stengers y a su capacidad de señalar que “la intrusión de Gaia” corresponde al hic et nunc, a la serie de cuestiones a las que hay que buscar respuestas hoy.

“La intrusión de Gaia” y las respuestas a darle como cuestión civilizatoria

La “verdad que perturba”, es que la “naturaleza” ha sido maltratada hasta tal punto, de manera tan extrema, que ella ha comenzado a hacer “intrusión” a una escala que va a ir en aumento. La cuestión no es saber lo que haremos en los tiempos futuros y más propicios del socialismo. Estamos frente a un problema inmediato. Esta cuestión es profundamente política, en el sentido de que la vida de centenares de millones de personas será directamente afectada y muchas veces incluso amenazada. Porque “la intrusión de Gaia” se produce en el marco de un sistema de explotación económica y de dominación social, en donde el cambio climático es visto por los dominantes por un lado como fuente de inversiones y de ganancias, por el otro como problema para el mantenimiento del orden, junto con muchos otros.

Isabelle Stengers toma el nombre de Gaia al inglés James Lovelock y a la estadounidense Lynn Margulis. Ellos utilizaron este nombre de una divinidad griega[16] en los años 1970 para sintetizar los resultados de investigaciones que venían a poner en evidencia la existencia de un denso conjunto de relaciones que reunía lo que los científicos tenían el hábito de considerar por separado: los seres vivos, los océanos, la atmósfera, el clima, los suelos más o menos fértiles.

Dar un nombre, Gaia, a este conjunto de relaciones, era destacar dos consecuencias de estas investigaciones. Aquello de lo que nosotros dependemos y a lo que frecuentemente se ha definido como lo “dado”, el marco global estable de nuestras historias y nuestros cálculos, es el producto de una historia de coevolución, en la que los primeros artesanos y los verdaderos autores constantes, fueron innumerables poblaciones de microorganismos. Y Gaia, “planeta viviente”, debe ser reconocido como un “ser” y no asimilado a una sumatoria de procesos”.[17]

Algunos asocian al nombre de Gaia el término “venganza”. Isabelle Stengers les opone el de intrusión. Pero la invocación de Gaia no es neutra: “Considerar a Gaia como ‘la que hace intrusión’, es también caracterizarla como ciega –tal como todo lo que irrumpe– a los daños que ocasiona” (acá las negritas son mías). Porque ha sido maltratada de manera irreversible y porque nosotros vivimos en una sociedad capitalista planetaria, “la respuesta a crear no es una ‘respuesta a Gaia’, sino una respuesta tanto a lo que ha provocado su intrusión como a las consecuencias de esta intrusión”.[18] Es decir por un lado al capital, cuyo movimiento de valorización “sin fin y sin límites” es directamente responsable del ritmo cada vez más rápido de degradación de la ecosfera y de los ecosistemas; por el otro a la barbarie de la cual Nueva Orleans ha dado el primer ejemplo en un “país avanzado”.

En un país avanzado, pero no a nivel mundial en donde desde hace una década se han producido catástrofes climáticas lejos de los “países centrales” ante una indiferencia casi total. Con Claude Serfaty lo señalamos ya en 2003:

De lo que hoy se trata, detrás de las palabras “ecología” y “medio ambiente”, es nada menos que la perdurabilidad de las condiciones de reproducción social de algunas clases, de algunos pueblos, a veces de algunos países. Como éstos están situados muy frecuentemente ya sea en lo que hoy se conoce como el “Sur”, ya sea en el antiguo “Este”, la amenaza sigue siendo lejana y por lo tanto abstracta en los países del centro del sistema capitalista mundial. El tiempo de gestación muy prolongado de los plenos efectos de mecanismos presentes en el capitalismo desde sus orígenes ha sido y sigue siendo más que nunca un poderoso factor de inercia social en los países capitalistas avanzados.[19]

Las terribles inundaciones ocurridas sobre todo en Bangladesh, que el aumento del nivel del océano hace cada vez mas graves y frecuentes desde 1998, así como también el ciclón Nargis que originó en 2008 el peor desastre ecológico de la historia de Birmania, pese a que fueron mucho más mortíferos que el huracán Katerina, recibieron mucha menos atención. Pero al menos merecieron alguna. Lo que no ocurre en el caso de algunos países de África y de América latina, en los que sistemas socio-productivos frágiles han dependido hasta el presente de las nieves invernales y de la relativa estabilidad de los glaciares[20] o que son de una extrema vulnerabilidad frente a lo que pueden parecer, en otras partes del planeta, todavía débiles aumentos de temperatura. En estos casos, no están sino las ONG especializadas y algunas agencias de las Naciones Unidas[21] para decir lo que ocurre, pero sus palabras no son recogidas y menos aún asumidas de manera militante, por el anticapitalismo. De hecho “la Nueva Orleans planetaria” que teme Isabelle Stengers, comenzó a instalarse desde hace bastante tiempo.

¿Cómo responder a “la Nueva Orleans planetaria”?.

Porque estamos en una situación en la que los poseedores y los dominantes, aquellos que Stengers llama “el Empresario” y “el Estado”, explican a quien quiera oírlos que la cuestión climática sólo puede

ser abordada desde el ángulo de estrategias “plausibles”, es decir capaces de convertirse en nuevas fuentes de ganancia. A menos de resignarse, en nombre de las leyes económicas –que son duras pero son, según dicen, leyes–, a una Nueva Orleáns planetaria. A menos que las zonas del planeta definidas como rentables deban, en todas las escalas –desde el barrio, al continente– defenderse con todos los medios necesarios contra la masa de aquellos a los que se opondrá sin duda el famoso “nosotros no podemos recibir toda la miseria del mundo”. A menos que, en síntesis, los sucesivos “es preciso” instalen, plenamente, abiertamente desplegada, la barbarie que ya está penetrando nuestros mundos”.[22]

Las expresiones de este reflejo defensivo contra “la miseria del mundo que no es nuestro problema” son múltiples. Así, cuando el tsunami de 2004, pudo verse que la atención de los medios europeos rápidamente se concentró únicamente sobre la suerte de los turistas que estaban en las zonas afectadas, cuando había millares y en algunos casos decenas de miles de víctimas en los países golpeados.

¿Cómo tratar entonces de responder políticamente a esta nueva fuente de barbarie cuya importancia no dejará de crecer? Aquí mezclaré mis propias respuestas y comentarios, mis acuerdos y desacuerdos. El primer punto por supuesto, en el que hay total acuerdo, es que la “cuestión ecológica” no puede “venir solamente a agregarse a las otras cuestiones como una razón más para ser revolucionario”. La expresión citada es de Philippe Pignarre, que continúa diciendo: “hemos agregado el feminismo al programa revolucionario, podemos ahora agregar la ecología e incluso hablar de ecosocialismo”.[23] La lectura del libro de Isabelle Stengers me terminó de convencer de que no se trata de “agregados”, sino que el asunto, entendido como necesidad de hacer frente a una “Nueva Orleans planetaria”, ha pasado a ser una de las primeras razones del compromiso político. Espero que muchos compartan esta convicción. En cambio, no me convence la oposición que Philipe Pignarre hace entre el “revolucionario” y el “anticapitalista”. No estoy seguro de que exista hoy un “programa revolucionario” cuando la renovación de la “vanguardia” asume la forma de un marcado gusto por las elecciones, a las que se considera uno de los “tiempos fuertes” de la acción política, consumiendo las energías de los militantes en detrimento de una relación con asalariados y jóvenes que se basa en la delegación. Por otra parte, mi experiencia en los foros sociales no fue la de encontrarme con muchísimos anticapitalistas que consideraran que “el capitalismo que ellos combaten ya no el mismo con la crisis ecológica”. Para los organizadores de los foros sociales, así como para Attac, esta sigue siendo una cuestión que “viene a agregarse a las otras”. Pero no es el momento de discutir las figuras de “el anticapitalista” y “el revolucionario”. Ya habrá ocasión para hacerlo, pero en otro lugar y más extensamente. Aquí se trata solamente de señalar un punto de acuerdo importante.

En lo que a mí concierte, actuar de tal modo que la cuestión ecológica deje de ser algo que “se agrega” a otras cuestiones, supone muchas cosas. En primer lugar, abordarla en su verdadera dimensión, que es la de una amenaza a las condiciones de reproducción social de determinadas clases sociales y comunidades (hilo conductor del articulo escrito con Claude Serfaty). Subrayar luego, como lo hace Isabelle Stengers, el carácter de clase, de dominación social y de explotación económica de la cuestión ecológica, y colocarla en el centro de la actividad de la “organización-partido”. Esto pasará a ser seguramente uno de los criterios que permitirá a muchos militantes decidir si la misma sigue siendo válida. Se tratará asimismo de corporizar, combinándola con aspectos más “clásicos” de intervención militante, una de las indicaciones dadas por Isabelle Stengers y Philippe Pignarre. La indicación es que estamos en un terreno donde no de trata de

hacer que las cosas vayan “mejor” [registro de los verdes], sino de experimentar en un campo repleto de trampas, de alternativas infernales elucubradas tanto por el Estado como por el capitalismo. La lucha política, acá, no pasa por operativos de representación, sino más bien de producción de repercusiones, por la constitución de “cajas de resonancia” tales que lo que ocurre a unos haga pensar y actuar a otros, pero también que lo que unos logran, lo que aprenden, lo que ponen en marcha, pasen a ser nuevos recursos y posibilidades experimentales para los otros.”[24]

Este es un enfoque que puede ser útil para la militancia en las muchas situaciones de Francia en que la explotación salarial y las cuestiones cotidianas relativas al ambiente están estrechamente ligadas y sobre las que los sindicatos se callan en nombre de “cuidar el empleo”. Es un enfoque que tiene importancia para relacionarse con los agrupamientos que llevan adelante auténticos combates ecológicos anticapitalistas. Implica que no debemos limitarnos a trasladar al terreno del mundo asociativo prácticas políticas de “frente único” ya probadas, sino intentar comprender el modo en que funcionan estos agrupamientos muchas veces “informales”. Philippe Pignarre tiene razón cuando en su libro da importancia a cuestiones como el escucharse mutuamente y a la autoconstrucción de una interpretación común de situaciones y desafíos que algunos de estos agrupamientos practican. Con seguridad, hay aquí enseñanzas para la renovación de “la organización-partido”.

La “oposición frontal” es necesaria e incluso indispensable

Donde me separo totalmente de las proposiciones de Isabelle Stengers, es cuando ella cuestiona el conflicto frontal (que puede desembocar en una la confrontación física directa) con “el Empresario” y “el Estado”, sosteniendo que “la oposición frontal es una tentación a evitar porque aleja a la gente, y no deja subsistir más que dos campos virilmente opuestos, que funcionan en mutua referencia”.[25] En el caso de los Organismos Genéticamente Modificados, de los que ella habla extensamente, es claro que hubo el fin de cuentas dos campos. El trabajo de delimitación fue el resultado de un trabajo bien analizado por Isabel Stengers, “de cuestionamiento de los OGM como progreso admitido por la ciencia, portador de crecimiento y benéfico para la humanidad” y de la “producciones de saberes, de prácticas de alianza y de convergencia de luchas que sacudieron toda la rutina”. Es seguro que

mucha gente comenzó a interesarse por la manera en que se hacen las opciones de lo que se llama el desarrollo, así como de las orientaciones de la investigación científica, y de todo lo que no interesa demasiado investigar, de todas las cuestiones que no se plantean, hasta los modos de producción agrícola pasando por el imperio de las patentes.

El combate contra los OGM, al menos en el caso de Francia, ha contribuido a “la rehabilitación de siembras tradicionales y a la creación de lazos entre productores y consumidores, que tienen una innegable dimensión política”.[26] Pero este combate también implicó una forma de acción política directa, la de los segadores voluntarios, contra “el Empresario”, “el Estado” y la “Ciencia”, una forma aún más radical en el contexto del neoliberalismo por cuanto constituía un ataque a la propiedad privada. El proceso de pedagogía colectiva, el

“pensar” en el sentido que importa políticamente, es decir en el sentido colectivo, los unos con los otros, los unos gracias a los otros, en torno a una situación devenida “causa común”, que hace pensar [27]

hizo que los segadores voluntarios gozaran de un fuerte apoyo popular. Y de rebote, su acción, con su radicalismo, consolidó el trabajo de elaboración sobre la “causa común OGM”. Aquellos a quienes Isabelle Stengers llama “nuestros responsables” fueron tomados por sorpresa en la cuestión de los OGM. Ahora están muy decididos a que no ocurra lo mismo con la cuestión del relanzamiento de lo nuclear. Operan para hacer tan difícil como sea posible el “‘pensar’ en el sentido que importa políticamente, es decir en el sentido colectivo”. Llevará tiempo crear condiciones para la oposición frontal y más aún para formas de acción política directa. Pero los países donde lo nuclear fue abandonado hace 30 años fueron en su momento componentes de una oposición “campo contra campo”.

Pasemos a la dimensión mundial, a esta perspectiva de “Nueva Orleáns planetaria”. Encuentro que una formulación como

la lucha política deberá pasar por todo lugar en que se fabrique un futuro que nadie se atreve realmente a imaginar, no limitarse a la defensa de conquistas o la denuncia de escándalos, sino de asumir la cuestión de la fabricación de este futuro. [28]

es muy eurocentrista. Por fuera de los países capitalistas “avanzados”, hay pueblos que practican aún “una agricultura que no depende de fertilizantes y de pesticidas, que no destruye sistemáticamente los suelos”, que todavía tienen “prácticas de cooperación que son las únicas capaces de producir un futuro que no sea bárbaro”.[29] Para ellos y también para nosotros, hay allí “conquistas” por defender y situaciones dramáticas a las que se debe “denunciar”. Una de las dimensiones de la fase de mundialización del capital es la aceleración del proceso de expropiación y de pauperización extrema de lo que queda del campesinado, y del montaje de explotaciones sin freno de los recursos naturales, que van junto con formas extremas de explotación de los trabajadores. En América Latina, el Brasil, México, la Argentina y Chile son laboratorios de esto, pero el proceso puede encontrarse por todas partes en el “Sur”.[30] El hecho de que en algunos países los agentes sean nacionales no cambia nada. Estos procesos han provocado luchas, luchas de clases, luchas de comunidades campesinas de las cuales Martínez Alier recientemente hizo un recordatorio impresionante.[31] Estas lucha son “frontales”. ¿Podría ser de otra manera para la población indígena de la Amazonia peruana, ante la decisión de permitir que las compañías petrolíferas y mineras destruyeran su hábitat y su relación con la naturaleza? ¿Qué otro medio tenían las comunidades indígenas más que la confrontación violenta resistiendo a la policía militar, tal como ocurrió en Bagua? ¿De qué otro medio disponemos en Europa, más que la “denuncia” junto con el máximo posible de explicaciones, y de un trabajo continuo de información sobre las luchas en otros lugares del mundo en donde lo que se juega es la reproducción social? Y a propósito de esto, ¿cuántos partidos o asociaciones en Francia explicaron que, entre las compañías petrolíferas involucradas, una –la sociedad Perenco- es francobritánica y está dirigida por un francés llamado François Perrodo?

En algunos países “avanzados”, hay muchos casos en los que la denuncia de lo que ocurre en los países del Sur puede articularse con campañas nacionales referidas al cambio climático.[32] Lo que Isabelle Stengers llama “el Empresario” debe entonces ser señalado con nombre y apellido. En el caso de Francia, los nombres de grandes grupos financiero-industriales están situados en el punto de convergencia en muchos combates. El referido al cambio climático; el que va contra la participación de multinacionales en la opresión social y dominación política y militar de los países del Sur; el que enfrenta la suba del precio del petróleo, del gas y electricidad que aplastan el poder de compra de los asalariados y aumentan la pauperización de los desempleados; el que se opone a la culminación de la privatización-desmantelamiento de los servicios públicos, que está en marcha desde hace 15 años y una de cuyas consecuencias fue el “todo-automóvil” y el “todo-camión”.[33] Los grupos Total, Areva, Suez-GDF están en la primera fila de estos responsables a los que hay que llamar por su nombre. El rol de Total en Nigeria y en Gabón son ejemplos no excluyentes. Pueden agregarse el del grupo Bollore[34] y otros muchos más.

Ubicar el combate en el contexto de dos “crisis conjuntas”.

La gran cuestión es buscar desde qué extremo tomar un combate que abarca todas las dimensiones. Hay que dejar de lado la tentación a la que pueden conducir los últimos capítulos del libro de Stengers, la tentación de querer “resistir a la barbarie que viene” colocándose en el terreno de John Holloway y su proposición de “cambiar el mundo sin tomar el poder”.[35] Isabelle Stengers tienen razón al decir que cuando “nuestros ‘responsables’ se vuelven hacia nosotros para preguntarnos ‘¿Qué harían ustedes en nuestro lugar? Hay que contestarles en voz alta ‘¡Nosotros no estamos en vuestro lugar!’”[36] Está bien... ¡Pero eso no significa que debamos dejarlos allí para siempre! El movimiento mediante el cual los dominados y los oprimidos ha sido llevados, casi siempre a partir de un reflejo inicialmente a autodefensivo, a levantarse contra los “responsables” del momento es un movimiento independiente de la forma partido, aunque siempre existan “militantes”. Y hemos entrado en un período en el que la necesidad de la autodefensa colectiva se impondrá a los trabajadores (en sentido amplio, los que deben “encontrar trabajo”, vender su fuerza de trabajo), incluso en los países capitalistas avanzados y con toda seguridad en Europa. El avance de la crisis del cambio climático se produce al mismo tiempo que se inicia una recesión económica mundial que será muy prolongada. Es muy posible que la inyección masiva de dinero para el salvataje del sistema financiero, así como la ayuda dada a la reestructuración de los grandes grupos manufactureros, bloquee el proceso de transformación de la recesión en depresión profunda. Tendremos entonces un largo período de crecimiento mundial “flojo” con tasas de crecimiento débiles, y en el caso de la Unión Europea extremadamente débiles.[37] Los resortes de la acumulación de los 10 últimos años (el endeudamiento masivo de los hogares y del Estado norteamericano, y una acumulación industrial impulsada sobre todo por las inversiones en Asia del este y del sudeste orientadas a la exportación) están rotos. Las medidas de “relanzamiento” se basan en el mayor endeudamiento de todos los gobiernos, quienes se lo “harán pagar” a aquellos sobre quienes pesa el fisco, vale decir, los asalariados. En los países más pobres, los efectos sociales del cambio climático estarán agravados por los déficits alimentarios provocados en gran medida de manera directa por las políticas agrícolas y comerciales aplicadas desde hace 20 años por la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial. Se han visto las primeras expresiones en 2008. Pero muy pocos países escaparán al quasi estancamiento, y en todo caso no serán los de Europa.

En el caso de un país industrializado, la desocupación masiva, así como todas las consecuencias que acarrea, constituyen una amenaza para la reproducción social de todos los que son o deben tratar de convertirse en asalariados y no tienen otro “patrimonio”. La amenaza no se mide obligatoriamente en términos de muertos (aunque el caluroso verano de 2003 golpeó precisamente a los ancianos ex proletarios), sino en términos de acceso a una “vida decente”, de vida civilizada y no de existencia puesta en la oscuridad de la pauperización. Y actualmente, esta amenaza se perfila sobre todo para los hijos de los asalariados. Entre diciembre de 2008 y abril de 2009, no ha pasado una sola semana en la que no se anunciara el cierre de alguna fábrica que podría ser pequeña, pero muy importante para el empleo en una ciudad o una región, perteneciente a filiales de multinacionales extranjeras (Continental, Goodyear, Celanese, Sony, 3M), o a subcontratistas de multinacionales francesas (Renault y Peugeot, especialmente) como Valeo y Heuliez. En el momento en que estoy terminando este artículo, es Michelin la que anuncia despidos masivos, tanto para “incrementar la productividad” como para responder a la disminución de la demanda. El Instituto de Estadísticas ha anunciado que 187.800 empleos fueron destruidos durante el primer trimestre, o sea, precisa, una baja de 1,1%, caída sin precedente en la historia económica francesa. Las previsiones de desempleo o de precarización extrema del empleo son muy elevadas para la franja etaria de 16-24 años. Un número creciente de egresados se enfrentan al desempleo o en todo caso a la subcalificación.

Llegará un momento en que cualquier perspectiva política de medidas radicales que una fracción significativa de los asalariados y los jóvenes decida poner en marcha, mediante todos los medios que sean capaces de inventar o de reventar, deberá necesariamente dejar de asumir la forma de un programa de “reivindicaciones” que se exige aplicar a quienquiera que sea, y pasar a ser un programa de autogobierno. La urgencia de responder a los problemas inmediatos de reproducción social significará también que el mismo deberá implicar un “plan industrial” adosado a formas de propiedad social de sectores económicos claves. Aquí figurarán obligatoriamente, de manera central, los sectores de la energía, de los transportes y de la construcción. Son precisamente aquellos cuyo control es decisivo en cualquier tentativa de última hora para frenar el cambio climático y cuya reapropiación social significaría también dar un golpe al imperialismo conducido en nombre de “la Francia”. Frente a un determinado problema, dice Isabelle Stengers, será la capacidad de fabricar colectivamente respuestas lo que determinará su cualidad. “Una respuesta no es reductible a la simple expresión de una convicción. Debe ser fabricada”.[38] Esta es precisamente la tarea. Se trata de liberar el potencial de experimentación colectiva de los asalariados-ciudadanos, sea cual fuere la estructura (asociación, agrupamiento aún más informal o partido político) en los cuales hayan elegido comprometerse y a ayudar en la “fabricación de una convicción colectiva” referidos a la necesidad y a la “posible realización” de objetivos cuya concreción planteará efectivamente la cuestión del poder, que no puede ser evitada.


Artículo enviado por el autor. Publicado en francés en Carré rouge nº 41, junio 2009, así como en los sitios de Contretemps y À l’encontre. Traducido del francés para Herramienta por Aldo Casas.
[1] Au temps des catastrophes. Résister à la barbarie qui vient. París, Éditions Les Empêcheurs de penser en rond / La Découverte, 2009.
[2] Obra mencionada, pág. 69.
[3] Exposición realizada en el encuentro organizado por Herramienta el 18 de septiembre de 2008 y publicada en Herramienta Nº 39, Octubre de 2008. Fue reproducido en francés por Inprecor Nº 541-542, sept.-oct. de 2008.
[4] En Mediapart, puede verse en el sitio de À l’encontre www.alencontre.org
[5] Op. cit., pág. 19.
[6] Jean-Pierre Dupuy, Pour un catastrophisme éclairé. Quan l’impossible est certain. París, Seuil, 2004. Ver también el reportaje posterior, “D’Ivan Illich aux nanotechnologies. Prévenir la catastrophe?”, Esprit, febrero de 2007.
[7] Op. cit., pág. 59.
[8] Idem., pág. 18.
[9] Id. págs. 13-14.
[10] Id., pág. 58.
[11] La inconsistencia de tales posiciones se desprende del artículo de Michel Husson “Un capitalisme vert est-il possible?”, Contretemps Nº 1, primer trimestre de 2009.
[12] Ver Michael Löwy “Qu’est-ce que l’écosocialisme?”, Le Grande Soir, 16 de febrero de 2005, www.legrandesoir.info/ y su capítulo en el libro del que fue coordinador: Écologie et socialisme, París, Syllepse, 2005.
[13] Carlos Marx, El capital, vol. III, FCE, pág. 759.
[14] “Le moment historique où le NPA se forme et certaines de ses implications”, Critique communiste Nº 187, julio de 2008. El artículo se encuentra en el sitio de Contretemps.
[15] F. Chesnais, “Orígenes comunes de la crisis económica y la crisis ecológica”, Herramienta (nueva serie) nº 41, julio de 2009.
[16] Gaïa, Gaia, Gaya, Gaiya y otras muchas variantes es el nombre que designa “diosa primordial identificada con la ‘Madre-Tierra’. Es el ancestro materno de razas divinas, pero creadora también de muchos monstruos”.
[17] I. Stengers, op. cit., pág. 51.
[18] Idem, pág. 49.
[19] F. Chesnais y Claude Serfaty, “Les conditions physiques de la reproduction sociale”, dans J-M. Harribey et Michael Löwy (bajo la dirección de) Capital contra nature, París, Actuel Marx Confrontation - PUF, 2003, pág. 69.
[20] Gracias a la lectura de Frank Poupeau, Carnets boliviens 1999-2007, un goût de poussière, Paris, Éditions Aux lieux d’être, 2008, supe que los glaciares andinos de los que proviene el agua que abastece a La Paz y El Alto en Bolivia están agotados en más de un 80%. Se estima que dentro de una quincena de años estas ciudades ya no tendrán más agua... En la conferencia de Buenos Aires publicada en Herramienta Nº 39 dije “y sin embargo, esto es algo que nunca se trató, quienes nos reclamamos del marxismo revoluconario nunca discutimos un hecho de tal magnitud que puede hacer que la lucha de clases en Bolivia, tal como la conocimos, se modifique sustancialmente...”
[21] Ver por ejemplo International Organization for Migration and Climate Change, Ginebra, 2008, y mas extensamente Changements climatiques et peuples autochtones, Groupe International de Travail pour les peuples autochtones, París, L’Harmattan, 2009.
[22] I. Stengers, ob. cit., pág. 58-59.
[23] Philippe Pignarre, Étre anti-capitaliste aujourd’hui. Les défies du NPA, Paris, La Découverte, 209, pág. 124.
[24] I. Stengers, op. cit., pág. 199.
[25] Ibíd., pág 177.
[26] I. Stengers en Regards, Nº 57, febrero de 2009.
[27] I.Stengers, Au temps des catastrophes, op. cit. pág. 171.
[28] Idem, pág. 200.
[29] I. Stengers en Regards, ob.cit.
[30] Ver la recopilación de estudios de campo publicada en el libro colectivo de Fred Magdoff, John Bellamy Forster et Frederick Buttel, Hungry for profit: The agribusiness threat to farmers, food and the environment, Nueva York, Monthly Review Press, 2000.
[31] Joan Martinez Alier, “Conflits écologiques et langages de valorisation”, Écologie et Politique, nº 7, 2008.
[32] Ver F. Chesnais y Jean-Louis Marchetti, Les fondements théoriques de la centralité révolutionnaire de la question “écologique” et certains de leurs conséquences politiques, diciembre de 2008 en el sitio www.npa13.org/(rubrique contributions).
[33] Ver Philippe Mühlstein, “Énergie, transport et effect de serre: l’impasse néolibérale” nota para el Consejo científico de Attac-France, 22-07-2009, en el sitio www.france.attac.org/
[34] En el 2009 el grupo Bolloré ocupa un lugar decisivo en las economías de Costa de Marfil, del Congo, de Gabón y de Camerún. En este país controla gran parte del puerto autónomo de Douala, los ferrocarriles y las plantaciones de palma.
[35] Ver la reciente edición en francés, Changer le monde sans prendre le puvoir, Paris, Syllepse, 2008, así como el comentario de Daniel Bensaid “Et si on arretait tout? L’illusion sociale de John Holloway et the Richard Day”, Revue internationale des livres et des idées Nº 3, enero-febrero de 2008.
[36] Ver el capítulo 12 del libro que estamos comentando.
[37] Puede encontrarse una conclusión idéntica aunque partiendo de un marco teórico y una perspectiva muy distintas a las mias en Michel Aglietta, Crise et renovation de la finance.
[38] I. Stngers, op. cit., pág. 135.

Revista Herramienta Nº 42
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